El franquismo prohibió el LinkedIn de la época y cambió para siempre cómo conseguir trabajo: "Hubo tales abusos"

La historiadora de Herrera en COPE, Ana Velasco, explica lo que pasó en España para que se prohibieran las cartas de recomendación

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Herrera en COPE

Sofía Buera conoce las curiosidades de la historia detrás de los currículum con la historiadora Ana Velasco

José Manuel Nieto

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3 min lectura

En tiempos en los que el currículum vitae es el pasaporte para acceder a un empleo, resulta difícil imaginar que durante siglos esa hoja de vida no existía. Antes de que la foto, la formación y la experiencia laboral quedaran plasmadas en un folio, lo que realmente abría las puertas era una carta de recomendación. Un documento que, como ha explicado la historiadora Ana Velasco en el programa Herrera en COPE, “se usaba todo el tiempo” hasta que “hubo tales abusos que hubo que prohibirlas”.

La medida se tomó en España en varias ocasiones: primero en 1825, después en 1924 durante la dictadura de Primo de Rivera y, finalmente, en 1944 bajo el franquismo. El objetivo era frenar una práctica que, más que méritos objetivos, premiaba influencias y contactos personales. Según Velasco, en aquel entonces una carta de recomendación garantizaba mucho más un empleo que cualquier currículum.

Este no es el único episodio histórico que demuestra cómo el contexto político y social ha modificado la vida cotidiana. Otros momentos sorprendentes, como la decisión de Franco que llevó a los generales de Hitler a la Costa del Sol o el precio de una muñeca durante el franquismo, también forman parte de estas curiosidades de la historia que ayudan a entender un país.

Del Imperio romano a Leonardo da Vinci

Lejos de ser un invento contemporáneo, las cartas de recomendación tienen raíces antiguas. Ya en el Imperio romano, existía un género propio para ellas, las literae commendaticiae. Servían para todo: desde conseguir beneficios políticos hasta garantizar hospitalidad en un viaje, algo especialmente valioso en una época en la que desplazarse era toda una odisea. Curiosamente, en Roma estas cartas eran “horizontales”, es decir, escritas entre iguales, y no verticales como las posteriores, en las que un superior recomendaba a un subordinado.

Leonardo da Vinci, 1452-1519, pintor, escultor, arquitecto e ingeniero italiano.

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Leonardo da Vinci, 1452-1519, pintor, escultor, arquitecto e ingeniero italiano.

Las recomendaciones no siempre eran ajenas: Leonardo da Vinci rompió el molde en 1482 al redactar la suya propia para ofrecer sus servicios al duque de Milán. En ella enumeraba sus habilidades técnicas y militares, y dejaba para el final lo que hoy más le define: su talento artístico. “Si no se lo cree, que me lleve a su corte y yo se lo enseño en persona”, escribió con la seguridad de un auténtico visionario.

En España, la importancia de estas cartas era tal que desde el siglo XV se publicaban manuales para redactarlas. El Formulario y estilo curioso de escribir cartas misivas de Juan Vicente, publicado en 1599, detallaba desde el tipo de papel hasta el protocolo de saludo y despedida. La buena caligrafía, el uso de fórmulas de cortesía y un cierre con sello de cera eran imprescindibles para transmitir confianza y prestigio.

Del papel sellado al currículum moderno

El final de las cartas de recomendación no llegó por una evolución natural, sino por prohibiciones sucesivas que respondían a un mismo problema: el abuso. “Hubo tales abusos que hubo que prohibirlas”, resume Velasco. En su lugar, desde mediados del siglo XX comenzó a imponerse el currículum tal y como lo conocemos, estandarizado ya en los años 20 y 30 y profesionalizado entre 1950 y 1970.

Una mujer sostiene un teléfono inteligente con la aplicación LinkedIn en la pantalla.

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Una mujer sostiene un teléfono inteligente con la aplicación LinkedIn en la pantalla.

Hoy, el currículum sigue siendo la herramienta principal para conseguir empleo, pero la historia recuerda que, en otros tiempos, la clave estaba en una hoja manuscrita que hablaba tanto de méritos como de conexiones personales. Un documento que, en el fondo, funcionaba como un LinkedIn de papel y que el franquismo, con su prohibición en 1944, relegó definitivamente a la historia. Y es que, como apunta la historiadora, “no era una cosa baladí” sino un auténtico salvoconducto social.

Quien quiera profundizar en estas y otras curiosidades, puede escuchar también relatos como la fuga de una cárcel de Alicante que pudo cambiar la Guerra Civil o cómo en los años 30 llegaron a votar personas fallecidas, historias que, como la de las cartas de recomendación, revelan mucho más de lo que parece.

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