La dramática ejecución que lleva a España a la guerra con Inglaterra: "Un perrito salió de las faldas ensangrentadas"
Fue la razón por la que Felipe II lanzó a la Armada Invencible contra los británicos en un conflicto que se empezó con la religión como epicentro del problema

Sofía Buera conoce las curiosidades de la historia detrás de la Armada Invencible con la historiadora Ana Velasco
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La historia la escriben los vencedores, pero a veces lo que la cambia es una ejecución pública. El 8 de febrero de 1587, María Estuardo, la reina católica de Escocia, fue decapitada por orden de Isabel I de Inglaterra. Vestida de rojo, color del martirio católico, rezó en latín mientras el verdugo fallaba el primer hachazo. La cabeza no cayó limpia. Cuando el verdugo logró separarla, esta rodó por el suelo y con ella también se derrumbó el silencio de los presentes. De entre las faldas manchadas de sangre emergió un perrito, el más insólito testigo de un crimen de Estado. Ese detalle grotesco —“un perrito salió de las faldas ensangrentadas”, relata la historiadora Ana Velasco en el programa de Sofía Buera en Herrera en COPE— se convirtió en símbolo de un episodio que provocó un terremoto político.
El martirio que conmocionó Europa
Ese brutal final no fue solo un escándalo. Fue el detonante. Felipe II, que ya albergaba recelos por las políticas protestantes de Isabel I y su financiación a los rebeldes de Flandes, vio en la muerte de Estuardo la gota que colmaba el cáliz. Para el monarca español, no se trataba solo de religión, sino de orden católico, de control geoestratégico y de castigo divino. Pese a que el Papa había llegado incluso a bendecir el regicidio si con ello se restauraba un soberano católico en Inglaterra, Felipe II prefirió la vía militar.
Así, en 1588, zarpa desde la península la llamada Grande y Felicísima Armada, que la propaganda inglesa rebautizó con sarcasmo como la Armada Invencible. Su objetivo: asegurar el control del Canal de la Mancha y permitir el desembarco de los tercios españoles desde Flandes.
Guerra de fe, errores y tormentas
Más curiosidades de la historia
La Armada Invencible no fue solo víctima de las tormentas, aunque eso es lo que ha perdurado en el imaginario. Lo cierto es que nada funcionó como se esperaba. España, potencia naval indiscutible, envió 130 buques y más de 20.000 hombres, pero ya desde su planificación el proyecto estaba condenado. El experimentado Álvaro de Bazán, que debía comandar la flota, murió. Su reemplazo, el duque de Medina Sidonia, no tenía experiencia naval y admitió que "no me he montado en un barco en la vida". Aun así, obedeció al rey.
Los barcos, muchos dañados por ataques previos como el de Francis Drake en Cádiz, partieron sin saber que en Flandes nadie esperaba su llegada. Los ingleses, mejor posicionados y más ágiles, atacaron primero. Y aunque el combate fue feroz, la derrota se selló en el Atlántico norte, cuando los españoles trataron de regresar bordeando Escocia e Irlanda. Ahí sí, las tormentas hicieron el resto.

Captura de barcos españoles cargados con tesoros por la flota inglesa de Sir Francis Drake. Xilografía coloreada a mano.
Pero lo que motivó la guerra no fue el clima, sino la ejecución de María Estuardo y la guerra religiosa que se libraba en toda Europa. Ana Velasco subraya que “el conflicto religioso fue la base de todo esto”. Isabel I había perseguido a los católicos con dureza y la muerte de Estuardo no fue solo una sentencia; fue un mensaje. Felipe II respondió con barcos, soldados y pólvora.
Portugal, entonces bajo dominio español, fue pieza clave. Sus rutas, recursos y puertos potenciaban el esfuerzo bélico. Inglaterra intentó fomentar la sublevación portuguesa con un pretendiente ilegítimo al trono, pero fracasaron. Como fracasaron también sus propios intentos de réplica: en 1589, la Contraarmada inglesa no logró conquistar territorio español ni provocar una rebelión en Lisboa.

Línea costera a la entrada del puerto de la ciudad de Pasajes, en el norte de España
Sin embargo, el relato oficial quedó en manos inglesas. La “invencible” fue derrotada y el mito se consolidó. “Como el Titanic, nadie dijo que no pudiera hundirse, pero la historia lo recuerda así”, apunta Velasco. Hoy, fragmentos de los barcos reaparecen frente a la costa de Guipúzcoa, como en la Bahía de Pasajes, recordando que cada tablón hundido lleva consigo los ecos de una guerra de religiones, traiciones y errores humanos.
Y aunque no cambió el curso global del mundo, la expedición dejó claro que la historia está hecha de pequeños gestos humanos. Como ese perrito que salió de unas faldas manchadas de sangre, testigo silencioso de una guerra que se gestó mucho antes de que el primer cañón tronara en el Atlántico.