Unas lluvias torrenciales en Toledo desentierran un tesoro oculto durante siglos que dejó sin palabras a los arqueólogos

En la pequeña localidad toledana de Guadamur, un fenómeno natural desencadenó un hallazgo que cambiaría la forma de entender el pasado y revelaría secretos ocultos durante siglos

Unas lluvias torrenciales en Toledo desentierran un tesoro oculto durante siglos que dejó sin palabras a los arqueólogos

Ismael Herrero


Redacción TRECE

Publicado el

3 min lectura

Entre los años 1858 y 1861, un suceso fortuito desencadenó uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de la historia de España: el hallazgo del Tesoro de Guarrazar, una asombrosa colección de joyas visigodas compuesta por coronas y cruces votivas, ofrecidas en su día por reyes del Reino visigodo de Toledo como exvoto religioso.

La historia comienza tras unas lluvias torrenciales que provocaron el derrumbe de un terreno en la huerta de Guarrazar, en la localidad toledana de Guadamur. En esa zona se encontraba el antiguo monasterio de Santa María de Sorbaces. El agua dejó al descubierto dos depósitos revestidos de hormigón romano, ocultos a 1,60 metros de profundidad junto al sepulcro de un presbítero llamado Crispinus. Allí reposaban cuidadosamente enterradas las joyas visigodas.

Francisco Morales, un labrador de cuarenta años, fue quien encontró el primer lote. Sin saber el valor real de lo hallado, comenzó a vender fragmentos en los talleres de platería de Toledo, desarticulando las piezas. Su amigo, el francés A. Herouart, adquirió lo que quedaba y compró el terreno del hallazgo. Herouart vendió las joyas al diamantista José Navarro, quien viajó en 1859 a París para negociar su venta al gobierno francés. Así, ocho coronas y seis cruces votivas llegaron al Musée de Cluny, en lo que fue una operación legal pero muy polémica.

Tesoro de Guarrazar

JOSE BAREA | Museo Arqueológico de Madrid

Tesoro de Guarrazar

La noticia del hallazgo y su exportación generó una gran reacción en España. El gobierno inició una investigación, una reclamación diplomática a Francia y nuevas excavaciones. Poco después, Domingo de la Cruz descubrió otro lote y, en 1861, obsequió a la reina Isabel II con las piezas que aún guardaba, entre ellas la hoy desaparecida corona del rey Suintila.

Obra maestra de la orfebrería visigoda con influencia bizantina

El Tesoro de Guarrazar es una muestra sobresaliente del arte orfebre visigodo, con fuertes influencias de la orfebrería bizantina y germánica. Entre las piezas más valiosas destacan las coronas de oro de los reyes Recesvinto y Suintila, decoradas con piedras preciosas como zafiros, granates y perlas. En la corona de Recesvinto, una inscripción en letras colgantes incrustadas con granates dice: "RECCESVINTVS REX OFFERET" ("El rey Recesvinto la ofreció").

Estas coronas, llamadas votivas, no eran utilizadas como adornos reales, sino que eran ofrendas piadosas destinadas a iglesias. Además de las coronas, se hallaron también cruces, colgantes, cinturones (ya desaparecidos) y otros elementos sueltos.

Detalle de la corona de Recesvinto

Museo Arqueológico Nacional

Detalle de la corona de Recesvinto

El tesoro fue elaborado con técnicas sofisticadas como el engastado y la incrustación en alvéolos, esta última preferida por los pueblos germánicos. El diseño de las coronas es típicamente bizantino, mientras que las decoraciones repujadas de las cruces remiten a la estética germánica.

Un estudio gemológico posterior realizado por Juan S. Cozar y Cristina Sapalski identificó en las piezas 243 zafiros procedentes de Ceilán (actual Sri Lanka), 14 esmeraldas, 21 amatistas, perlas, nácar, cuarzos y más de un centenar de granates. Esta diversidad confirma la procedencia internacional de las materias primas y el alto nivel técnico alcanzado por los talleres de orfebres visigodos.

Un legado disperso entre Madrid y París

Más tesoros del patrimonio nacional

Hoy, los restos del Tesoro de Guarrazar están repartidos entre cuatro instituciones. El Musée de Cluny de París conserva tres coronas, una cruz colgante y varios colgantes. En el Museo Arqueológico Nacional de Madrid se guardan seis coronas, incluida la de Recesvinto, y cuatro cruces votivas, junto a fragmentos de una gran cruz patada. La Galería de las Colecciones Reales y la Armería del Palacio Real, también en Madrid, albergan piezas adicionales como la corona del abad Teodosio o la cruz del obispo Lucecio.

Lamentablemente, la corona del rey Suintila fue robada en 1921 de la Real Armería y nunca ha sido recuperada. Otros fragmentos desaparecieron durante la Guerra Civil, y aunque algunos responsables del robo fueron identificados, nunca se localizaron los objetos sustraídos.

El Tesoro de Guarrazar no es solo una colección de joyas, sino un testimonio material de la fe, la política y el arte de una civilización que dejó huella profunda en la historia de España. Su hallazgo, marcado por la casualidad, sigue siendo un símbolo de la riqueza cultural visigoda y del valor del patrimonio que, a veces, permanece escondido bajo nuestros pies durante siglos.

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