Alejandro Sánchez, cocinero y nutricionista, sobre los alimentos ultraprocesados: "Al final, pescar un kilo de atún sale menos rentable frente a producir tortillas"
La comodidad y la rapidez ganan muchas veces a las ganas de cocinar y en 'La Tarde' analizan el por qué del auge de los alimentos ultraprocesados

Madrid - Publicado el
3 min lectura11:00 min escucha
En los últimos años, el consumidor ha sido testigo de un fenómeno que parece contradecir la lógica de la calidad: los alimentos ultraprocesados son cada vez más baratos, mientras que los productos frescos y naturales —frutas, verduras, carnes o pescados— no dejan de subir de precio.
Detrás de esta brecha se encuentra un complejo entramado de factores económicos, industriales y logísticos que explican por qué resulta más rentable fabricar un paquete de galletas o una pizza congelada que producir una cesta básica de alimentos frescos.
Un concepto: economía de escala a nivel industrial
La principal razón del bajo coste de los productos ultraprocesados está en su sistema de producción. Las grandes industrias alimentarias trabajan con volúmenes enormes y cadenas de suministro automatizadas que reducen al mínimo los costes por unidad.

Bandeja de ultraprocesados
Un mismo ingrediente puede servir para decenas de productos diferentes, lo que facilita la compra masiva y abarata los precios. Además, los procesos de transformación permiten aprovechar al máximo cada materia prima, reciclando subproductos que serían descartes en la agricultura o la ganadería tradicional.
En cambio, el producto natural depende de factores mucho menos controlables: el clima, las temporadas, los costes de transporte o el precio de la energía.
El agricultor o ganadero no puede producir con la misma estabilidad ni con la misma previsión que una fábrica. Esa falta de estandarización y la necesidad de mantener la frescura incrementan los costes logísticos, lo que termina trasladándose al consumidor.
Ingredientes baratos y de larga duración
Los ultraprocesados se elaboran con materias primas de bajo coste: harinas refinadas, aceites vegetales industriales, azúcares y aditivos que alargan la vida útil del producto.
La durabilidad permite almacenarlos durante meses sin que se estropeen, lo que reduce las pérdidas por caducidad y elimina la necesidad de una cadena de frío. En el caso de las frutas o las carnes frescas, el margen de tiempo para la venta es mucho menor, y las pérdidas por deterioro son una de las principales razones del encarecimiento.
La adición de conservantes, colorantes y potenciadores del sabor no solo mantiene la estabilidad del producto, sino que permite fabricar alimentos altamente palatables con ingredientes muy económicos.
Una barrita de cereales puede costar céntimos y venderse a un precio varias veces superior al de su coste real de producción, lo que otorga un margen comercial muy atractivo para el fabricante y para la distribución.
También influye el valor de la distribución y la publicidad
Otro factor decisivo es el papel de las grandes cadenas de distribución. Los supermercados otorgan espacios preferentes a los productos que aseguran un flujo constante y rentable de ventas, y las empresas de ultraprocesados pueden costear las campañas promocionales y los descuentos que atraen al consumidor.
Las frutas, hortalizas o carnes, en cambio, tienen menos capacidad de promoción y no soportan largos periodos de exhibición sin deteriorarse.
A esto se suma el peso de la publicidad. Las marcas invierten millones en campañas que asocian sus productos a conceptos como energía, rapidez o felicidad, reforzando la percepción de que comer ultraprocesados es cómodo, moderno y asequible.
Frente a ello, los alimentos naturales carecen de una “marca” que los respalde y su valor depende casi exclusivamente del conocimiento y la voluntad del consumidor.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.




