Un submarinista aficionado y el hallazgo que sorprendió al mundo: "Creía haber visto un cadáver"

El 16 de agosto de 1972, en las tranquilas aguas de Calabria, un buceador aficionado creyó descubrir un cuerpo sin vida en el fondo marino. Lo que emergió de aquella arena no era un cadáver, sino dos de las esculturas más extraordinarias de la Antigüedad

(Foto de ARCHIVO)Buzo con alitanesREMITIDA / HANDOUT por MALLORCA PRESERVATIONFotografía remitida a medios de comunicación exclusivamente para ilustrar la noticia a la que hace referencia la imagen, y citando la procedencia de la imagen en la firma18/4/2024

MALLORCA PRESERVATION


Ignacio Juanilla Bernardo

Madrid - Publicado el

4 min lectura

Era verano en Italia y Stefano Mariottini, un joven submarinista, se sumergía en las aguas frente a la costa de Riace. A unos diez metros de profundidad, algo extraño captó su atención: un brazo que parecía humano asomaba desde el lecho marino. Su primera reacción fue pensar en un cadáver. El hallazgo lo heló por unos instantes, hasta que, al mirar con más detalle, comprendió que se trataba de otra cosa. 

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Lo que Mariottini había encontrado no era un cuerpo, sino el fragmento de una estatua. Y no estaba solo: a pocos metros yacía otra figura, también de bronce, cubierta por la arena y las algas. Enseguida avisó a las autoridades, y en los días siguientes un equipo especializado logró sacar a la superficie las dos esculturas. La noticia corrió como la pólvora y el mundo entero se sorprendió al conocer la existencia de los que pronto se llamarían Bronce A y Bronce B.

El 20 de agosto emergió el primero de ellos; al día siguiente, el segundo. Italia celebraba con orgullo el hallazgo de un tesoro arqueológico que parecía haber sido guardado durante siglos por el mar.

Guerreros inmortales del siglo V a.C.  

Las dos esculturas resultaron ser guerreros griegos de bronce, fechados en torno al siglo V a.C., época de máximo esplendor del clasicismo heleno. Cada uno mide cerca de dos metros de altura y muestra una perfección anatómica que aún hoy asombra a expertos y visitantes. 

El Bronce A, apodado “el joven”, presenta un porte firme, músculos tensos y un rostro de serenidad desafiante. El Bronce B, conocido como “el viejo”, muestra barba, facciones más duras y una expresión de experiencia y madurez. Ambos fueron creados mediante la técnica de la cera perdida, con detalles únicos: ojos incrustados en marfil, labios y pezones en cobre, dientes en plata. La combinación de metales daba vida y realismo a cada gesto.

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Su estado de conservación fue descrito como milagroso. Mientras que la mayoría de las estatuas de bronce de la Antigüedad fueron fundidas en épocas posteriores para reutilizar el metal, estas dos sobrevivieron ocultas bajo el mar. Por eso son un testimonio excepcional del arte griego original, mucho más escaso que las copias romanas en mármol que pueblan los museos.

Los expertos aún debaten a quiénes representan: algunos sostienen que son héroes del ciclo tebano, como Tideo y Anfiarao; otros creen que se trata de los hermanos Polinices y Eteocles. También se han atribuido a distintos maestros: Agéladas, Alcámenes o Pitágoras de Regio, entre otros. Pero ni la autoría ni la identidad se conocen con certeza. El misterio, lejos de restarles valor, los convierte en un enigma fascinante.

 Del fondo marino al museo  

Tras su rescate, los guerreros pasaron por complejos procesos de restauración. Se limpiaron los sedimentos marinos, se estabilizó el bronce y se analizaron con rayos X, ultrasonidos y técnicas químicas. Estas intervenciones permitieron descubrir soldaduras, reparaciones antiguas y la extraordinaria maestría de quienes los moldearon hace más de dos milenios. 

2HJK03T The Riace bronzes (Italian Bronzi di Riace), also called the Riace Warriors, are two full-size Greek bronzes of naked bearded warriors.   Reggio Calab

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Hoy los Bronces de Riace se exhiben en el Museo Nacional de la Magna Grecia, en Reggio Calabria, donde son la principal atracción. Miles de visitantes viajan hasta la región solo para contemplar la imponente presencia de los dos guerreros, que parecen desafiarnos con la misma fuerza con la que resistieron el paso del tiempo.

El impacto de su hallazgo va mucho más allá del turismo. Los Bronces demostraron hasta qué punto el arte griego clásico había alcanzado un dominio técnico y expresivo sin precedentes. Son prueba de que la escultura en bronce, pese a ser menos abundante que el mármol, fue una de las cumbres artísticas de la Antigüedad.

A más de cincuenta años de aquel verano de 1972, los dos guerreros siguen siendo objeto de estudio y admiración. Su historia es también un recordatorio de lo frágil y valioso que puede ser el patrimonio: piezas únicas que, de no ser por un afortunado encuentro, habrían permanecido enterradas y olvidadas para siempre.

Lo que comenzó como una inmersión veraniega se convirtió en uno de los descubrimientos más importantes del siglo XX. Los Bronces de Riace, rescatados por azar del fondo del mar, representan hoy la cima del arte griego y una ventana abierta al pasado. Guerreros inmortales que, tras más de dos mil años bajo las aguas, emergieron para contar una historia que todavía guarda secretos.  

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