Dori, 75 años, después de que el Gobierno le haya expropiado a su loro Kiko: "Me han hecho llorar lo que no está escrito porque no me lo daban y me sentí impotente"

Tras perderse en Madrid, la burocracia arrebata la propiedad del ave a su dueña de 75 años, que ahora teme que lo envíen a la selva. En 'Herrera en COPE' hablamos este lunes con ella y su hija Marian

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Herrera en COPE

Escucha la historia de Dori y Kiko, y de cómo el Gobierno le 'expropió' su loro

Patricia Blázquez Serna

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3 min lectura9:27 min escucha

Kiko, un loro yaco de cola roja, se ha convertido en el protagonista de una pesadilla burocrática. Este loro, compañero inseparable de Dori, de 75 años, y su marido durante más de dos décadas, se escapó de su casa en el distrito de Barajas (Madrid) el pasado 26 de septiembre. A pesar de que un vecino lo encontró y lo entregó a la Policía, lo que debía ser un alivio se convirtió en el inicio de un surrealista periplo, como ha contado la familia en el programa 'Herrera en COPE'.

Una odisea burocrática

Dori y su marido acudieron al Centro de Recuperación de Animales Silvestres de Tres Cantos, donde Kiko había sido trasladado. "Me recibieron muy mal, salí llorando amargamente", ha relatado Dori a Jorge Bustos. En la recepción, le comunicaron que la documentación de compra del año 2002 "no servía para nada".

La desesperación de la dueña fue en aumento cuando le negaron la posibilidad de ver a Kiko. "Digo, bueno, pues me lo dejas ver, que yo quiero ver cómo está. Dice, no, no se puede pasar", ha explicado. Dori ofreció todo tipo de pruebas para demostrar que era suyo: dijo su nombre, las palabras que conoce, enseñó vídeos e incluso propuso que preguntaran en el pueblo de su marido. La respuesta fue negativa, argumentando que el loro no tenía microchip.

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Kiko, "propiedad del Estado"

En este punto interviene Marian, la hija de Dori, que se puso al frente de la batalla legal. Marian ha denunciado en COPE que se está aplicando una ley del año 2017 de manera ilegal, ya que "no tiene carácter retroactivo" para un animal adquirido en 2002. Tras contactar con MITECO, el Ministerio de Transición Ecológica, se encontró con una maquinaria administrativa colapsada: "simplemente hay 3 agentes para todos los expedientes", ha lamentado.

La hija de Dori tuvo que salir corriendo de su trabajo para una reunión en el ministerio, donde, tras esperar una hora y media, un ingeniero forestal y la subdirectora de MITECO le comunicaron la drástica decisión: Kiko pasaba a ser propiedad del Estado.

Kiko pasa a ser del estado, me lo pueden requisar en cualquier momento

Marian

Hija de Dori

Marian ha relatado el momento surrealista: "Me encuentro la sorpresa que Kiko pasa a ser del Estado, me lo pueden requisar en cualquier momento, pero yo tengo que asumir los costes". Le presentaron un documento que debía firmar para llevarse al loro en cesión, pero le prohibieron añadir que no estaba conforme.

La alternativa eran los temas judiciales, por lo que tuvo que aceptar. La familia vive ahora con una "intranquilidad" constante. El Estado ha implantado un chip a nombre del propio Estado en Kiko. Según Marian, el objetivo final de la administración en estos casos suele ser devolver los animales a su hábitat, lo que para Kiko significaría ser deportado en avión al Congo

"El mío no lo han podido hacer, porque yo me he movido muy rápido, pero ese es su único objetivo", ha afirmado.

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Miedo a la "deportación"

La familia vive ahora con una "intranquilidad" constante. El Estado ha implantado un chip a nombre del propio Estado en Kiko. Según Marian, el objetivo final de la administración en estos casos suele ser devolver los animales a su hábitat, lo que para Kiko significaría ser deportado en avión al Congo. "El mío no lo han podido hacer, porque yo me he movido muy rápido, pero ese es su único objetivo", ha afirmado.

Me han hecho llorar lo que no está escrito

Dori

Dueña de Kiko

Kiko ya está en casa, pero el trance le ha pasado factura. Una analítica veterinaria ha revelado que tenía un baremo muy elevado por todo el estrés que había sufrido. A pesar de todo, la alegría del reencuentro fue inmensa, hasta el punto de que, al volver a su jaula, "nos cantó el cumpleaños de contento", ha contado Dori

Sin embargo, la impotencia permanece. "Me han hecho llorar lo que no está escrito", ha concluido, resumiendo el dolor de una familia que solo quiere que su mascota, un miembro más de la familia durante 23 años, se quede en casa.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.

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