Está trabajando en el Hospital Gregorio Marañón y lo que le dice un paciente le marca para siempre: "Por fin puedo estar"
Ana García, psicóloga, y Francisco Ferré, jefe de servicio de psiquiatría, dan las claves de un proyecto que pone fin a las dificultades que tenían las personas sordas en la sanidad

Carlos Moreno 'El Pulpo' cuenta la historia positiva detrás de la unidad de salud mental para personas sordas del Hospital Gregorio Marañón
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“Por fin puedo estar en un sitio donde me entienden”. Esa frase, pronunciada por un paciente con sordera profunda, ha marcado para siempre a Francisco Ferré, jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Y no es para menos. Resume el alma de un proyecto pionero en España: la Unidad de Salud Mental para Personas Sordas, una iniciativa que ha transformado por completo la atención psiquiátrica de este colectivo históricamente invisibilizado en el sistema sanitario.
Desde su creación en 2002, esta unidad ha derribado un muro invisible que separaba a las personas sordas de una atención psicológica y psiquiátrica en condiciones de igualdad. Antes, muchos de estos pacientes solo podían acceder a las consultas acompañados de un intérprete, perdiendo no solo la intimidad que debería caracterizar cualquier diagnóstico médico, sino también la precisión clínica. Ana García, psicóloga de la unidad, lo explica sin rodeos: “El riesgo era que se llegaba, en muchas ocasiones, a diagnósticos erróneos”.

Hospital Gregorio Marañón
La dificultad radicaba en que, al no poder comunicarse directamente con los profesionales, las evaluaciones de salud mental se basaban en las observaciones de familiares oyentes. “Faltaba toda la parte fundamental de salud mental: hablar directamente con los pacientes”, añade García. Hoy, gracias a un equipo de cuatro especialistas —dos de ellos psiquiatras— que dominan la lengua de signos española, ese obstáculo ha desaparecido.
Un lenguaje que también cura
El 90 % de las personas sordas en España nacen en familias oyentes. Esta cifra revela el aislamiento al que muchos se enfrentan desde pequeños, especialmente cuando su principal vía de comunicación no es compartida por su entorno. Aunque la mayoría usa lengua oral, unas 27.000 personas en España emplean la lengua de signos como principal herramienta de comunicación, según datos de la CNSE (Confederación Estatal de Personas Sordas).
Para estos pacientes, acudir a una consulta donde el profesional se expresa en su mismo idioma visual supone un antes y un después. Lo que se ha logrado en el Gregorio Marañón va mucho más allá de una cuestión idiomática: se trata de un modelo de inclusión real en la sanidad pública. Ferré insiste en que estos espacios deben estar perfectamente adaptados, con zonas abiertas que permitan ver claramente los signos y suelos que transmitan vibraciones. “A veces, para llamar su atención, tenemos que dar pequeñas pisadas en el suelo”, explica.
Esta unidad especializada atiende a personas sordas de toda España y realiza más de 1.500 consultas al año, abriendo alrededor de un centenar de nuevos historiales médicos anualmente. Pero más allá de las cifras, lo importante es el impacto humano. La barrera de comunicación se ha sustituido por empatía, formación y una forma distinta de entender el lenguaje.
Una atención sanitaria sin barreras
En palabras del propio Ferré: “La discapacidad auditiva es invisible. Una persona sorda no la detectamos si no se nos avisa. Incluso nos puede molestar que no nos conteste porque no sabemos que es sorda. Estas dificultades son muy notables a la hora de hacer una vida normal”.

La Unidad de Salud Mental para Personas Sordas del Hospital Gregorio Marañón, con apoyo de la Comunidad de Madrid, no solo ofrece una atención profesional adaptada, sino que devuelve a los pacientes algo esencial: la sensación de estar presentes, de ser escuchados y comprendidos. El trabajo de este equipo demuestra que la sanidad pública puede —y debe— adaptarse para garantizar el derecho a la salud en igualdad de condiciones.
En un mundo diseñado para oyentes, que existan profesionales capaces de mirar, entender y sanar a través del lenguaje visual es, sin duda, una noticia que merece ser contada.