Sembradores de esperanza: el corazón misionero de la Iglesia
El DOMUND recuerda que toda la Iglesia está llamada a anunciar el Evangelio con esperanza. Los misioneros, con su entrega silenciosa, transforman comunidades desde la fe y el servicio. La misión no es tarea de unos pocos, sino compromiso de todos los bautizados. Mario Alcudia reflexiona sobre cómo nuestros misioneros, repartidos por todo el mundo, encarnan de esperanza con su vida las periferias del mundo

SEMBRADORES DE ESPERANZA: EL CORAZÓN MISIONERO DE LA IGLESIA | FIRMA MARIO ALCUDIA
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Cada año, el DOMUND que celebraremos mañana, nos convoca a todos los que formamos parte de la Iglesia a mirar hacia afuera, hacia las periferias, hacia esos lugares donde el Evangelio o no se conoce o donde comienza a echar sus primeras raíces.
Allí donde la pobreza, el abandono o la violencia parecen tener la última palabra, los misioneros se convierten en testigos silenciosos de una esperanza que no defrauda. No llegan con soluciones mágicas ni con promesas vacías. Llegan con el Evangelio en el corazón y las manos dispuestas a servir. Y eso, muchas veces, basta para que una comunidad comience a florecer. En cada gesto de entrega, en cada palabra compartida, en cada oración pronunciada en medio de la dificultad, se revela el rostro de la Iglesia que no se conforma con lo que tiene, sino que se desvive por lo que falta.
Este año, el lema “Misioneros de esperanza entre los pueblos” resuena con fuerza. No se trata solo de llevar un mensaje, sino de encarnar una presencia. De ser luz en medio de la oscuridad, consuelo en medio del dolor y compañía en medio de la soledad.
En los territorios de misión, esa esperanza se traduce en escuelas que educan, hospitales que curan, catequistas que forman, Iglesias o capillas para rezar y comunidades que celebran la fe.
La Iglesia, en su dimensión universal, se muestra en esta jornada como una red viva de comunión. Lo que se dona aquí, se convierte en vida allá. Lo que se reza en silencio, fortalece a quien está en la primera línea del anuncio.
Por eso, el DOMUND es mucho más que una colecta. Que esta Jornada se convierta en ese impulso renovado de una Iglesia que no se cansa de anunciar, de servir y de sembrar esperanza allí donde el mundo más lo necesita.