La inusual decisión que tomó el Papa Francisco cuando lo nombraron arzobispo de Buenos Aires: lo que recuerdan los vecinos
Su legado se forjó en el contacto directo con los más pobres, donde su fe se convirtió en acción. 'La Linterna' pudo, hace unas semanas, hablar con los vecinos

Papa Francisco
Publicado el - Actualizado
2 min lectura
La muerte del Papa Francisco ha conmovido profundamente a Argentina, su país natal. Su legado permanece vivo en las calles humildes de Buenos Aires, donde dejó una marca indeleble como arzobispo y pastor cercano a los más necesitados. En La Linterna, Ángel Expósito recorrió esos lugares para revivir el impacto de Jorge Mario Bergoglio.
Las villas, su territorio pastoral
Antes de ser Papa, Jorge Mario Bergoglio fue arzobispo de Buenos Aires. Y en ese rol, eligió un camino poco convencional: caminar las villas, barrios populares marcados por la precariedad y la violencia, pero también por una fe viva y una comunidad arraigada.

La huella de Bergoglio en Buenos Aires
En su recorrido, Expósito se detiene en Villa 21-24, donde resuenan aún los pasos del entonces cardenal Bergoglio. Allí, el periodista se encuentra con vecinos que recuerdan con claridad al hombre que se sentaba a tomar mate, escuchaba historias sin prisas y celebraba misa en medio del barro. "Lo llamabas o pedías para hablar con él, y al ratito o al otro día te llamaba".
Un Papa que incomodó
La opción preferencial por los pobres que encarnó Francisco en Argentina también le generó resistencias dentro de la Iglesia. Algunos sectores lo veían con recelo por su cercanía a movimientos sociales y su defensa de los más marginados. Sin embargo, esa experiencia fue precisamente la que modeló su visión de una “Iglesia en salida”, como proclamó en los primeros días de su papado.
Su labor en Buenos Aires fue mucho más que asistencialismo. Francisco promovía una teología del pueblo, convencido de que en los márgenes también habita Dios. El compromiso del entonces cardenal era tan real que promovió la figura de los “curas villeros”, un movimiento que sigue vivo y que hoy continúa su misión evangelizadora y social en las periferias urbanas.

Fotografía antigua de Bergoglio en la Villa Oculta de Buenos Aires
El legado permanece
La muerte del Papa ha activado en Buenos Aires una memoria colectiva. En las villas, se celebran misas y vigilias en su honor, y su figura se recuerda con cariño pero también con esperanza. No como la de un líder lejano, sino como la de alguien que supo mirar a los ojos al necesitado.
“Francisco es nuestro”, dicen muchos en los barrios. Y no es un símbolo vacío: para quienes lo conocieron, sigue siendo el hombre que caminaba sin escoltas, que conocía los nombres de los niños, que leía la Biblia en voz alta en las casas humildes.
Una voz profética
El pontificado de Francisco no comenzó en Roma, sino en los pasillos polvorientos de las villas. Su visión de una Iglesia comprometida, pobre y cercana al sufrimiento del pueblo nació allí, en Buenos Aires.
Hoy, ese legado interpela a la Iglesia universal. ¿Qué significa ser cristiano en el siglo XXI? Para Francisco, la respuesta estaba clara: significa estar con los últimos.