La playa de Cádiz que pasó a la historia por ser la primera en la que los turistas se bañaban: la Guardia Civil vigilaba los escándalos
La historiadora Ana Velasco aclara que en estos lugares habilitados "los bañistas populares no llevaban los trajes caros que usaban las élites", por lo que lo hacían en "ropa interior"

Mar Amate descubre las curiosidades de la historia sobre el verano con la historiadora Ana Velasco
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Durante siglos, la playa fue vista como un lugar peligroso, más asociado a piratas y desembarcos que a vacaciones. Pero eso cambió radicalmente en el siglo XIX, cuando comenzaron a surgir los primeros espacios costeros dedicados al ocio y la salud, como los balnearios. Uno de los ejemplos pioneros en España fue La Caleta, en Cádiz, una de las primeras playas del país donde los bañistas —no solo las élites— empezaron a introducirse en el mar.
Más curiosidades de la historia
La historiadora Ana Velasco, invitada en el programa Poniendo las Calles de COPE, lo explicó con claridad: "Los primeros que se bañaban no lo hacían en traje de baño caro, sino en ropa interior. El pueblo llano no podía permitirse las prendas de moda de las élites". Eso sí, esa nueva costumbre no siempre fue bien recibida: la Guardia Civil patrullaba algunas playas para evitar los llamados “baños inmorales”.
La historiadora recuerda que la playa no fue inicialmente un lugar de diversión, sino un espacio medicinal. "Había bañeros que metían a los veraneantes en casetas móviles tiradas por caballos", explica. El objetivo era terapéutico: tratar la melancolía, calmar los nervios, curar la piel.
Los balnearios y las casetas de baño comenzaron a aparecer en zonas como Biarritz, San Sebastián o Santander. Allí, los nobles y las clases altas podían socializar sin abandonar la decencia, en trajes pesados de punto o incluso pololos y gorros que dificultaban el baño pero preservaban la moral.
Cuando el pueblo conquistó la playa
La playa popular, sin embargo, tardó más en llegar. Entre 1880 y 1930, los trabajadores comenzaron a acercarse a las orillas, pero no como veraneantes. La relación con el mar era laboral o improvisada:
- Lavanderas, pescadores o mariscadores eran habituales de las playas urbanas como la Barceloneta o la propia Caleta.

Playa de La Caleta en Cádiz, con turistas bañándose en el mar
- Los obreros, empleadas del hogar y niños jugaban o se bañaban en ropa interior los domingos, lo que generaba tensiones sociales.
- Las autoridades imponían zonas acotadas y horarios diferenciados para evitar el “escándalo” de la mezcla de clases sociales.
Teatros, verbenas y ferias junto al mar
El crecimiento del ocio en la playa trajo consigo una explosión cultural. Ana Velasco recuerda que en torno a los paseos marítimos empezaron a surgir barracas, teatros, chiringuitos, atracciones y verbenas.
"Se montaban espectáculos de cuplé, zarzuela, payasos, y hasta casinos junto a la orilla", relata. En ciudades como San Sebastián o Barcelona, el pueblo se bañaba mientras los burgueses asistían a funciones teatrales o al casino.
Esta mezcla explosiva entre salud, ocio y cultura fue preparando el terreno para la gran revolución del verano: la democratización del turismo. El milagro español: la playa para todos
El verdadero cambio llegó entre los años 60 y 70. Con las vacaciones pagadas, la mejora de los salarios, y el acceso al coche y al tren, la playa se volvió popular y democrática:
- Familias enteras acudían en Seat 600 o trenes de cercanías con neveras, sombrillas y tortillas.

El histórico Seat 600, coche icónico español
- La arena dejó de ser solo para élites: la clase media conquistó la playa.
- Surgieron los campings, las pensiones baratas y los chiringuitos populares.
Y aunque aún quedaban prejuicios, como los “domingueros” molestando la vista de los veraneantes refinados, la playa pasó a ser un símbolo del verano español.