Un pescador lleva desde los 14 años trabajando, va al médico y no se cree el diagnóstico que le da: "De 21"
La de Juan es una de las historias que Carlos Moreno 'El Pulpo' ha conocido en el día de la festividad de la Virgen del Carmen, la patrona de la trabajadores del mar

Carlos Moreno 'El Pulpo' descubre con personas que se dedican al sector pesquero cómo ha cambiado el trabajo en el día del Carmen
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"Desde los 14 años en la mar", dice Juan sin pensárselo. Y no lo dice cualquiera. Se lo cuenta a Carlos Moreno 'El Pulpo', conductor del programa Poniendo las Calles, en una noche especial marcada por la festividad de la Virgen del Carmen, patrona de los trabajadores del mar. Es su día, y por eso la radio se convierte en altavoz de sus historias, tan duras como llenas de orgullo.
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Juan ha pasado más de medio siglo faenando en el Atlántico, y aunque ha vivido temporales que le han hecho tomar decisiones difíciles, lo cuenta con serenidad: “Yo he sido patrón. Si no me gusta cómo está la mar, para tierra y no pasa nada”. De hecho, asegura que su relación con el océano es de respeto, pero también de cariño: "El día es divertido, será que me gusta mucho la mar... y llego a casa contento".
No todos podrían decir lo mismo tras una jornada de trabajo expuestos a los caprichos del mar. Sin embargo, Juan, con 64 años y el cuerpo curtido, cuenta una anécdota que deja perplejo incluso al presentador: "Fui al médico y me dijo que tenía el cuerpo como el de un chiquillo de 21". Una frase que resume el vínculo tan físico, tan real, que tienen estos hombres con su oficio.

Hombre solitario pescando con caña en la costa volcánica rocosa de Fuerteventura, Islas Canarias
Para él, la pesca ha cambiado mucho: "Antes dormíamos encima de la cubierta, muertos de frío y mojados. Hoy en día está de lujo". Las condiciones han mejorado, sí, pero el respeto por la mar sigue intacto: "La mar es lo que quiere. Hay que ser valiente, pero el peligro también está en tierra", explica.
De las olas al corazón
Pero no solo los hombres como Juan viven del mar. También lo hacen mujeres como Belén, percebeira gallega, o Elena, mariscadora en Pontevedra. Ambas participaron también en esta edición especial de Poniendo las Calles dedicada al mar. Sus testimonios revelan una realidad exigente y muchas veces silenciada.
Belén recuerda bien la primera piedra a la que bajó: La Pareja. “Cada roca tiene su nombre”, explica, mientras detalla los peligros de su trabajo. “Te tienes que arrimar, ver la valoración de las olas. Si viene una ola, nos tiramos al agua. Aquí lo llamamos la quedada. Y no puedes fallar con el motor. Sin motor, la ola te puede estampar contra la roca”. Su historia pone rostro y riesgo al precio del marisco gallego, tan discutido a veces por quienes no ven todo lo que hay detrás.

Un pescador solitario se ve de pie al borde del puerto en Orillamar, Vigo.
Por su parte, Elena lleva casi 40 años mariscando. “Vamos a recoger almeja fina, babosa y japónica. Ahora no hay mucha cantidad, pero sigue siendo un trabajo bonito”, explica. La rutina diaria incluye trabajar en sincronía con la marea, cumplir cuotas, clasificar el marisco y llevarlo a la lonja. “Es flexible, pero ya no compensa tanto como antes. Fue una ayuda en casa, ahora es más duro vivir solo de esto”.
El problema de la falta de relevo generacional también se hace evidente: "Ya no entra gente joven. Antes éramos muchas mujeres. Ahora hay más hombres y pocos jóvenes", cuenta Elena. Un reflejo más de la transformación de un sector fundamental para entender la vida en la costa.
Estas voces, como la de Juan, Belén o Elena, no solo reivindican su oficio. También nos invitan a mirar el mar con otros ojos, a comprender que detrás de cada percebe, de cada almeja, de cada dorada o pulpo, hay una historia de esfuerzo y de orgullo. Y en días como el de la Virgen del Carmen, esa historia merece ser contada.