Un pescador gallego encuentra algo inesperado mientras cavaba en una playa de Rianxo: llevaba oculto 3.000 años
José Vicente Somoza tropezó con un objeto oculto entre las rocas de la playa de O Rial que acabaría convirtiéndose en uno de los hallazgos arqueológicos más valiosos de Galicia

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No era un arqueólogo, ni un experto en historia antigua. José Vicente Somoza, vecino de O Rial (La Coruña), solo pretendía construir un cobertizo para su barca en la playa de O Rial, en el paraje de Corruncho dos Porcos, cuando su pala tropezó con una vieja vasija entre las rocas. Al remover la tierra, encontró dentro un objeto que cambiaría su vida y ayudaría a reescribir parte de la historia de Galicia: una pieza de oro macizo, brillante, decorada y sin igual.
Aquel hallazgo no ocurrió en un lugar cualquiera. La playa de Leiro está ubicada en el punto exacto donde el estuario de la ría de Arousa se convierte en el río Ulla, una de las rutas fluviales más antiguas y estratégicas de la región. Por ahí navegaron romanos, vikingos e incluso, según cuenta la leyenda, los restos del apóstol Santiago.

El Casco de Leiro, expuesto en el Museo Arqueológico e Histórico del Castillo de San Antón, de La Coruña
Un hallazgo único y una decisión que lo cambió todo
Lo que encontró Somoza era un objeto semiesférico de 270 gramos de oro, trabajado con una sola lámina y decorado con círculos concéntricos, molduras, protuberancias y un apéndice superior. Pese a su aspecto enigmático, supo que era valioso y actuó con una honestidad admirable: en lugar de venderlo o esconderlo, fue al ayuntamiento y notificó el hallazgo. Gracias a ese gesto, la pieza no acabó en el mercado negro ni en un museo extranjero, sino en el Museo Arqueológico del Castillo de San Antón, en A Coruña, donde hoy se conserva y exhibe al público.
Conocido como el Casco de Leiro, se ha debatido durante décadas qué era exactamente: ¿un casco ceremonial, un cuenco ritual, una corona? Su forma lo hace impráctico como protección en combate y cada vez más expertos lo consideran un objeto simbólico, probablemente empleado en rituales religiosos, cuya forma, ornamentación y antigüedad han llevado a los expertos a establecer similitudes con los cuencos del Tesoro de Villena (Alicante) y los de Axtroki.

Cuencos de Axtroki. Bronce final
Su enterramiento junto al mar, en una vasija cuidadosamente cerrada, refuerza la teoría de que fue una ofrenda a los dioses, más que un simple escondite. La decoración sugiere influencias astrales, con referencias al sol y las estrellas, lo que le otorga un significado sagrado.
Una pieza clave de una red ancestral
Durante años se pensó que el casco era un hallazgo aislado, pero con el tiempo se han descubierto más vestigios prehistóricos en la zona: armas, puñales, petroglifos y figuras humanas con los brazos alzados. Incluso en las aguas del río Ulla han aparecido espadas y lanzas de la Edad del Bronce.
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Un lugar en la tierra: Santiago de Compostela
Todo apunta a que Rianxo y su entorno fueron, hace más de 3.000 años, un centro de poder y espiritualidad conectado con Europa y el Mediterráneo. En este contexto, el Casco de Leiro no es solo una joya aislada, sino parte de una red atlántica de intercambios, creencias y cultura.
Los arqueólogos Armbruster y Comendador Rey agradecieron públicamente la decisión de Somoza. Porque, con un simple gesto de integridad, salvó un fragmento invaluable de la memoria gallega.
Hoy, el Casco de Leiro sigue brillando sin desvelar todos sus secretos, recordando a quien lo observa que Galicia fue, ya entonces, una tierra de riqueza, de arte y de conexión con el mundo.