Un rincón romano con historia papal: el restaurante donde solía comer el Papa Francisco desde el que hoy recuerdan con cariño
'La Tarde' visita el lugar con alma romana y confidencias vaticanas. El lugar donde un día comió el Papa

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A escasos metros del Vaticano, en plena zona de ajetreo eclesiástico, se encuentra un restaurante que guarda entre sus mesas discretas historias de cardenales, obispos… y hasta del Papa Francisco. En medio del bullicio del servicio del mediodía, Carlos, el dueño del local, accede a hablar con 'La Tarde', aunque confiesa que "ha salido un momento complicado" porque tienen el restaurante lleno. Aun así, nos hace un hueco para contarnos una historia que pocos conocen: la del Bergoglio comensal.
Un cliente habitual desde sus días como obispo
"El Papa Francisco comenzó a venir aquí cuando era obispo", explica Carlos. Todo empezó gracias a un sacerdote ítalo-argentino, "pariente" de su familia. Fue él quien trajo al entonces obispo Jorge Mario Bergoglio a su restaurante. Desde entonces, las visitas se hicieron frecuentes. "Venía a comer con colegas, otro obispo, cardenal... Cuando fue nombrado cardenal, siguió viniendo. Pero desde que fue nombrado Papa, ya no pudo volver".
En el corazón del poder eclesiástico
“Tenemos clientes de la Secretaría de Estado, de la Curia... Prácticamente conozco a casi todos los cardenales”, admite Carlos. Incluso durante el cónclave en el que fue elegido Francisco, muchos de los cardenales que visitaban su local eran “más favoritos para la corrida”, confiesa entre risas. “Después fue una sorpresa”. El establecimiento se ganó el apodo entre sus comensales habituales de “el lugar del Papa de la sorpresa”, en referencia al inesperado resultado del cónclave. “Si me recuerdo bien, había tres o cuatro favoritos. Pero los cónclaves son así… Cuando hay muchas votaciones, al final sale un outsider. En este acaso fue el Papa Francisco”.
¿Cómo era Bergoglio como cliente? Carlos lo recuerda como una persona sencilla, con gustos muy normales. “Le gustaban los platos típicos romanos: carbonara, amatriciana, cacio e pepe… Como todos los que vienen a Roma”, comenta. También tenía predilección por el bacalao, un plato que Carlos ofrece con un toque especial gracias a la influencia portuguesa de su esposa. “De carne no me recuerdo muchas veces. Era más de pasta”.
una mesa discreta y reservad
El entonces cardenal Bergoglio tenía su rincón favorito. “Normalmente se ponía en la mesa de la derecha, después del arco, al fondo”, señala Carlos, señalando el lugar exacto. “Le gustaba el cantino, como a muchos padres. Es más reservado”. La discreción parece ser un valor común entre sus clientes habituales de la curia. “No se sientan en la terraza. Prefieren estar dentro, con más intimidad, porque muchas veces no es un almuerzo de placer, sino de trabajo. Hablan de sus cosas, de cuestiones de la Iglesia”.
El termómetro del próximo cónclave
En estos días, Roma vuelve a llenarse de cardenales. Y, como es habitual, Carlos ya ha empezado a recibir visitas que, sin querer, dejan escapar pistas. “La otra vez ya sabía quién era el favorito. Pero nunca lo voy a decir. Ahora tengo alguna idea, pero me la guardo”, asegura con una sonrisa cómplice.
Y aunque reconoce que, estando en medio del ajetreo del comedor, “se escuchan cosas”, mantiene con firmeza su ética profesional. “Lo que se dice aquí, queda aquí”. Antes de despedirse, entre saludos a los camareros y llamadas desde la cocina, Carlos lanza un último agradecimiento a los oyentes: “Gracias a usted, saludos a toda la gente”.