Solo quería fama y acabó con una de las maravillas del mundo antiguo: "Hizo el primer Sálvame de la historia"
Herostrato de Éfeso quemó el Templo de Artemisa mientras la diosa atendía al nacimiento de Alejandro Magno y como castigo recibió la damnatio memoriae

Sofía Buera descubre las curiosidades de la historia sobre las siete maravillas del mundo antiguo con la historiadora Ana Velasco
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El 21 de julio del año 356 antes de Cristo pasaría a la historia como el día en que desapareció una de las siete maravillas del mundo antiguo. El Templo de Artemisa en Éfeso, una de las construcciones más majestuosas de su tiempo, ardía en llamas mientras —según la leyenda— la diosa asistía al nacimiento de Alejandro Magno. El responsable fue un ciudadano anónimo hasta entonces: Herostrato de Éfeso.
Más curiosidades de la historia
“Quería fama y que su nombre pasara a la historia”, explica la historiadora Ana Velasco en una conversación con Sofía Buera en Herrera en COPE, donde cada semana descubren nuevas curiosidades históricas. Herostrato encontró una forma drástica de inmortalizarse: incendiar el templo más impresionante del mundo helénico. “Hizo el primer Sálvame de la historia”, bromea Velasco. Su acto fue tan escandaloso que las autoridades decretaron sobre él la damnatio memoriae, un castigo reservado solo a los más infames: borrar su nombre de todo registro oficial.
“En la antigüedad se le censuró por completo. Literalmente lo borraron de la faz de la tierra”, recuerda la historiadora, aludiendo a cómo su nombre fue tachado incluso de los muros, como aún puede verse en inscripciones de templos. Aun así, su historia sobrevivió gracias a autores como Teopompo de Quíos, que recogió su hazaña en los textos que después inspiraron la conocida lista de las maravillas del mundo antiguo.
No sobrevivió a la vanidad
El Templo de Artemisa, ubicado en la actual Turquía, no era solo una construcción monumental de más de 18 metros de altura y completamente revestida de mármol. Era también un símbolo del poder de la diosa Artemisa, en su versión oriental: “Una figura extraña, toda llena de pechos”, relata Velasco, “no es la Artemisa cazadora que todos imaginamos”.

El Templo de Artemisa fue una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Ubicado en Éfeso, era un enorme templo dedicado a la diosa Artemisa. Su majestuosidad y estilo arquitectónico influyeron en la construcción posterior de templos y edificios sagrados.
Este monumento no fue el único en desaparecer. Hoy, solo la Gran Pirámide de Guiza permanece en pie. El resto de las maravillas —como el Coloso de Rodas o los Jardines Colgantes de Babilonia— han sido víctimas de terremotos, saqueos o, simplemente, del paso del tiempo. “Las piedras de muchos de estos monumentos fueron reutilizadas para construir otras edificaciones”, señala la experta, como ocurrió con el revestimiento blanco de la pirámide egipcia.
Más curiosidades de la historia
Velasco también lanza una advertencia sobre la fragilidad de la historia: algunas de estas maravillas quizás ni siquiera existieron tal como las imaginamos. “Cuando no hay restos arqueológicos, no se sabe si eran reales o pura leyenda”, reconoce. Es el caso de los Jardines de Babilonia, cuya existencia se basa más en descripciones literarias que en pruebas físicas. “Hay quien cree que ni estaban en Babilonia, sino en Asiria”, apunta la historiadora.
Aun así, su huella es incuestionable. El Mausoleo de Halicarnaso, por ejemplo, ha dejado una marca en nuestro lenguaje: “De ahí viene la palabra 'mausoleo'”, recuerda Velasco. Se trataba de una tumba monumental de 45 metros de altura erigida por Artemisia para su esposo Mausolo, un gobernador de Asia Menor. La estructura estaba decorada por escultores de diversas culturas, reflejando el sincretismo del mundo antiguo. Sus restos fueron reutilizados siglos después para construir el Castillo de Bodrum por los Caballeros de San Juan.

El Castillo de San Pedro, Bodrum, provincia de Mugla, Turquía
El legado de estas estructuras no es solo arquitectónico. También han modelado nuestra forma de mirar el pasado. “La tradición de las maravillas ha sido constantemente reinterpretada, sobre todo desde la óptica del turismo moderno”, comenta Velasco. Las nuevas listas han incorporado monumentos como el Coliseo romano o la Gran Muralla china. Pero la semilla fue griega, escrita con fuego por un hombre cuyo único objetivo era dejar su nombre en la historia.
Herostrato lo logró, aunque fuera para mal. Y como concluye la historiadora, “la historia también se escribe con actos condenables, con fuegos que nunca se apagan”.