Las dudas sobre cómo se afrontaría por parte de la generalidad de personas deseosas de Semana Santa en las calles semejante situación se disiparon pronto. Las hermandades hicieron lo imposible por brindar un Domingo de Ramos espléndido y las mayordomías dieron el do de pecho de un modo generoso y exquisito. Al aguardo de descubrir ello en el interior, el exterior se poblaba de todos aquellos que, arreglados para la ocasión, hicieron colas en calles como Arcos, Porvera o Merced o la plaza de las Angustias, el entorno de la Ermita de Guía o el confín de la Ronda del Colesterol. Pacientes y escrupulosos en el cumplimiento de las normas de seguridad sanitaria, ellos sí que hicieron procesión.

El sol quiso acompañar durante todo el día y la temperatura era ideal para echarse a la calle. Mal que nos pese que al final de la tarde el aire desapacible y alguna nube más que otra ayudaran a hacer bromas sobre que mejor no haber salido ante el ligerísimo riesto de lluvias o la presumible lamentable presencia de las candelerías apagadas. Bares y terrazas abiertos, los que se mantienen al pie del cañón haciendo frente a la crisis. hicieron caja. Había ilusión, la suficiente para considerar festivo un ambiente en el que se generalizaba el deseo que la normalidad plena para 2022 pero también la alegría porque este año ha dado un paso decisivo respecto al del 2020 tan marcado por el confinamiento.

En San José aguardaba Cristo Rey y la Virgen de la Estrella ante un imponente altar que los presentaba en veneración multitudinaria presumiendo pronto los gozos de la Coronación Canónica que protagonizará Ella en su momento. Las colas de quienes esperaban no solo se expandió el evocador patio de los naranjos del colegio lasaliano. Salía por la puerta de la antigua Casa de los Diezmos para prolongarse Porvera arriba. Casi alcanzando la esquina con Chancillería se pobló de visitantes a la sede de La Borriquita. sin aspavientos por el tiempo invertido en ello ni mala cara alguna. El gozo se hizo expectación y la botella medio llena invitó a todos a contentarse con lo que había a la mano.

De modo simultáneo ocurría lo propio en Las Angustias. Igual que a lo largo del día San José reunió a los hermanos en la celebración del Víacrucis, en el Humilladero se organizó la celebración del acto penitencial que habitualmente se realiza de modo previo a la salida a la calle. Turnos de media hora organizaron a los hermanos que, sin su túnica de sarga negra pero trajeados de negro con corbatas como se suele bajo el habito, pudieron meditar y confesarse bajo la dirección del sacerdote Manuel Barrera. Concluidos esos turnos el templo fe abierto y, a partir de ahí, el público en general pudo ir accediento para ver a la Virgen con su Hijo muerto en brazos ante un espectacular altar.

Las calles Merced y Arcos ofrecían similares aspectos. La Basílica Patronal de la Merced y la Capilla de los Desamparados eran receptoras de los muchos visitantes a los respectivos titulares de las hermandades del Transporte y de la Coronación de Espinas. Y, en ausencia del Cristo del Perdón en restauración, era María Santísima del Perpetuo Socorro la que presidía como anfitriona el Domingo de Ramos en la Ermita de Guía. El ambiente en el parque que rodea al recoleto templo de La Alcubilla era todo un testimonio de la marcha de una jornada que no requirió procesiones para brillar. Como ocurría con la Hermandad de Pasión en la Capilla de Santa Ángela de la Cruz.

Pero es que además otros diversos templos, aun de cofradías que no habrían hecho estación de penitencia en la tarde noche del Domingo de Ramos, también tuvieron actos piadosos y puertas abiertas a los fieles. En cualquier caso fue la Función de Palmas la que, verdaderamente, abrió una Semana Santa distinta para todos pero plena de sensaciones positivas dignas ahora de ser confirmadas en las siguientes jornadas.

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