J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Se abre paso el “Islam moderado” de Marruecos

Con discreción pero con firmeza, Marruecos no deja de dar pasos hacia una modernización bajo la estrecha vigilancia del soberano que es, además, la máxima autoridad religiosa del país. El colegio de los “ulemas”, los doctores de la ley islámica, ha emitido una “fatua” o sentencia inapelable, por la cual deriva hacia la competencia civil la apostasía, considerada hasta ahora como un delito religioso castigado con un mínimo de cinco años de prisión. Será el parlamento el que deberá aprobar una ley que tipifique este delito como una especie de deserción de la comunidad. Un indicativo del cambio cultural que se está produciendo es la renuncia a formar gobierno del carismático líder del partido islamista, Abdelilah Benkirán, ganador de las elecciones del pasado octubre. La consecuencia ha sido que el rey ha optado por un dirigente del nuevo partido de la Autenticidad y la Modernidad, Sadeddin El Otmani que, en pocos días, ha puesto de acuerdo a los propios islamistas con seis partidos de la oposición para formar nuevo gobierno. Lo llamativo es que uno de los más veteranos partidos de la coalición, la Unión Socialista de Fuerzas Populares, hasta ahora vetado por los islamistas, es partidario de una separación total entre la religión y la política, sin renunciar por ello a la identidad islámica del país, de la cual es garante el propio rey como “Príncipe de los Creyentes”. En todo caso, Mohamed VI ya apostó hace años, a raíz de la “Primavera árabe”, por lo que el monarca llama un “Islam moderado” de inspiración sufí, que trata de exportar a los países africanos como mejor medio de combatir a el fanatismo.

J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

"Me apunto a Religión"

En plena época de reserva de matrícula en colegios e institutos para el curso que viene, la Comisión de Enseñanza y Catequesis de la Conferencia Episcopal ha lanzado una atractiva campaña dirigida a padres y alumnos para que se apunten a la asignatura de religión católica. Bajo el lema “Me apunto a religión” la campaña anima a los padres a hacer uso del derecho que tienen a que sus hijos reciban formación religiosa y moral católica en la escuela. Para ello, en una suerte de referéndum anual, en el que se apunta una amplia mayoría de los alumnos de todo tipo de centros, tienen que inscribirles en la clase de religión, o bien que sean los propios alumnos los que lo hagan ellos mismos.La campaña, que podrá verse en diversos formatos y que podrá seguirse también en redes sociales, está explicada con todo detalle en la web www.meapuntoareligion.com Allí podemos ver, de manera muy divulgativa, lo que es y lo que no es la clase de religión. Como se refleja en la Campaña, la religión es decisiva para comprender el mundo. No podemos privar al hombre de una dimensión esencial de su propia vida. Una formación con religión es una formación completa. Este es un buen momento para recordar, con sencillez y sin complejos, que es a los padres a quienes corresponde la educación de los hijos y no al Estado, y que la eliminación de este derecho, o la imposibilidad efectiva de elegir libremente el centro educativo que se desea, debilitarían de forma notable nuestra democracia.

J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Una Europa tangible

Este sábado, los líderes de los 27 países de la Unión Europea, después de haber sido recibidos por el Papa, celebran el 60 aniversario del Tratado de Roma. Fue ese tratado, firmado el 25 de marzo de 1957, en el Campidoglio, el que dio inicio a una historia de paz, colaboración y progreso excepcional. Europa puede estar orgullosa de haber construido un espacio con pocos precedentes. La globalización hace más conveniente que nunca respuestas a los retos económicos, migratorios y culturales desde instancias superiores a los estados nacionales. El aniversario se celebra, no obstante, en medio de una grave crisis. El Brexit, el peso de los populismos y la distancia entre la gente y las instituciones de Bruselas cuestionan el proyecto europeo. La crisis puede resolverse contando con la Europa que ya existe. Más allá de la Europa cuestionada, existe, de hecho, una Europa que camina junta y que construye. Es la Europa, por ejemplo, de los estudiantes que se han acostumbrado a disfrutar de un espacio de formación y de trabajo común. Hay Europa que investiga junta, que emprende junta. En la experiencia de muchos la Unión Europa es irreversible. Pero el progreso social no es como el progreso físico, lo conquistado por una generación tiene que ser reconquistado por la siguiente. La Europa de las instituciones tiene futuro si está cerca de las necesidades de los pueblos y de los ciudadanos. Si multiplica las posibilidades de movilidad, de trabajo, de integración cultural y económica, si es tangible.

J.L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Que ETA se disuelva

Los tres obispos de las diócesis vascas han concedido una entrevista conjunta en la que confiesan sentir alegría ante el anuncio de desarme de ETA y reclaman la disolución de la banda. A su juicio ETA ha anunciado un desarme unilateral no por razones éticas, sino por una simple estrategia a la que le han forzado las circunstancias. Lo deseable, pensando en el deber de reparación a las víctimas, es que las decisiones de la banda terrorista estuvieran motivadas por una fuerte convicción a favor de la justicia y la reconciliación. Pero en este caso, es la necesidad la que propicia una decisión que, cuando se materialice, debería ser el primer paso de un camino irreversible.ETA ha practicado el terror durante decenios en nombre de una ideología excluyente y asesina que justificaba la muerte, la extorsión y el sufrimiento. Los obispos Iceta, Munilla y Elizalde miran al futuro con esperanza. Confiesan su confianza en los más jóvenes y en su capacidad para desenmascarar el odio, se comprometen a colaborar activamente en el proceso de curación de las heridas, tienden su mano para acompañar a las víctimas y piden perdón por los pecados de frialdad e indiferencia. La Iglesia sabe que el alma humana es perfectible, capaz de convertirse y capaz de perdonar. Todos los recursos pastorales, espirituales y pedagógicos de la Iglesia deberán ponerse al servicio de un proceso en el que la justicia es el camino, y una convivencia en paz y libertad, la meta.

J.L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

"Oración por la paz"

Mientras las miradas siguen puestas en Londres, ciudad que intenta recupera la normalidad cotidiana, en no pocos lugares del mundo los creyentes y los hombres de buena voluntad se han congregado para pedir a Dios el don de la paz. En la ciudad de Valencia, el cardenal Antonio Cañizares ha presidido un acto interreligioso de oración, en el que han participado, entre otros, el presidente de la Comunidad Islámica de España o el Gran Rabino de Madrid, así como representantes de la Generalidad Valenciana y del Ayuntamiento de la ciudad del Turia. Las religiones vividas con autenticidad de mente y de corazón son factores esenciales de integración y artífices de paz. El cardenal Cañizares leyó la oración de la paz de san Francisco de Asís e inició la oración conjunta del Padre Nuestro, recordando que la fe en Dios, expresada en las diversas religiones, “no separa, y menos aún enfrenta”. Sobre el reciente atentado de Londres, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal ha insistido en que los actos terroristas son una ofensa a la voluntad de Dios, y añadió que el terrorismo no tiene nada que ver con el verdadero Islam: “quien atenta de esa manera no cree en Dios en absoluto”. También subrayó que la libertad religiosa es un derecho fundamental de la persona. La respuesta a la escalada terrorista global no puede ser “cerrar las fronteras, eso sería una barbaridad”, ha concluído el Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española.

J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Siria, seis años de fracaso

San Juan Pablo II dejó escrito en algunos de sus textos sobre la comunidad internacional que llegaría un día en que, igual que había sucedido durante el proceso de conformación de los Estados nacionales, los conflictos dejarían de afrentarse con el recurso a la guerra si se asentaban los principios del derecho internacional hasta convertirlos en normas con poder coactivo.La guerra en Siria demuestra que estamos muy lejos de alcanzar este escenario. Tras seis años de muerte, destrucción y barbarie, la cuenta de resultados es terrible. Si en algo estamos de acuerdo es en que podemos y debemos reconocer el fracaso. Ni el régimen de Asad, ni los insurgentes, ni Rusia, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, ni los países árabes han conseguido resolver un conflicto cuyas víctimas están muertas, vagan por el mundo o viven recluidas bajo las bombas.Lo que hasta hoy ha sido un fracaso, podría revertirse si las partes llegasen a un acuerdo que necesita altas dosis de contundencia y muchas horas de diálogo. Frente a las voces que banalizan la función de Naciones Unidas en el contexto internacional, la realidad exige fortalecer la función mediadora de un órgano supranacional capaz de mediar y favorecer la cooperación. En un mundo globalizado no hay otra salida que el fomento de auténticas relaciones de amistad entre los pueblos. La solución para Siria pasa por ahí, lo contrario es que la guerra se convierta en crónica.

J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Fortalecer nuestra sociedad frente al yihadismo

El fenómeno del terrorismo yihadista sigue siendo estudiado por los especialistas en el mundo islámico, tanto civiles como religiosos. En los diagnósticos destacan dos perspectivas: el adoctrinamiento en unas ideas fanáticas sobre el destino final del Islam, que sería conquistar el mundo, así como la violencia de unas minorías que pretenden vengarse por las humillaciones sufridas a lo largo de la época colonial. Se ha puesto así en marcha una maquinaria infernal que, paradójicamente, causa una cierta fascinación entre jóvenes desarraigados, muchos crecidos en Europa, que han perdido los valores basados en la verdad sobre el hombre. El efecto más grave de este adoctrinamiento, que en los últimos tiempos se realiza a través de ciertas redes sociales, en mezquitas clandestinas y en las cárceles, es el terrorismo que se ceba tanto en las calles europeas como en las de los propios países musulmanes. Es obvio que ningún país puede bajar la guardia ante tal amenaza desestabilizadora. Pero también es evidente que se necesita un esfuerzo para fortalecer moral y espiritualmente a nuestras sociedades. No basta con sacar a la policía a las calles armada hasta los dientes, con prohibir viajar a los pasajeros de determinados países o dejar en las bodegas de los aviones los ordenadores y tabletas. Los gobiernos tienen una misión inexcusable pero esta tarea recae especialmente en la sociedad civil, que a través de sus comunidades dispone de los recursos para recuperar unos valores que parecen diluirse en el hedonismo y la tecnocracia.

J. L. RESTÁN | EDITORIAL COPE

"El terrorismo vuelve a golpear el corazón de Europa"

El terrorismo ha vuelto a golpear el corazón de una ciudad europea. A las puertas del Parlamento británico un hombre se ha avalanzado con un cuchillo contra un policía después de que un coche arremetiera contra varias personas, causando cuatro muertos y numerosos heridos. La policía británica habla de un “ataque terrorista” y el modus operandi apunta a la marca del terrorismo islamista que se hace presente de forma cíclica en las sociedades occidentales.A la espera de que se vaya clarificando lo sucedido, la presencia de la violencia terrorista en las capitales europeas, supuestamente seguras, es un síntoma de un estado de permanente amenaza en el que está inmerso el mundo globalizado. Ningún país puede decir que no es objeto de un previsible atentado. El terrorismo es una forma moderna de violencia que, en el caso de los fanáticos yihadistas, instrumentaliza hasta lo más sagrado, el nombre de Dios y su causa. Sembrar el terror es la estrategia de quienes desprecian la dignidad de la persona y quieren demoler las bases de la civilización.Los esfuerzos coordinados de inteligencia y seguridad son imprescindibles, pero hace falta una tarea más de fondo: el terrorismo se combate también favoreciendo que Europa recupere sus raíces y su identidad más profunda.

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