Es 13 de noviembre de 2013 en El Vaticano. Miles de personas se agolpaban en la Plaza de San Pedro de El Vaticano, pendientes de una ventana del Palacio Apostólico. Esperaban con fervor y rezaban para ver al que iba a ser el nuevo Papa. La Silla de Pedro se había quedado vacía tras la renuncia de Benedicto XVI, que pasaba a ser emérito. Era el día en que Francisco iba a ser elegido como nuevo Papa de la Iglesia católica.
El consiguiente cónclave de los cardenales ya había tenido cuatro fumatas negras, es decir, cuatro votaciones sin resultado favorable para un Sucesor de Pedro. A la quinta fue la vencida, el anuncio en forma de las dos palabras que los fieles estaban esperando escuchar, con las que comenzó el pontificado del Papa Francisco y de las que informó COPE: "¡Habemus Papam!".
Después de resonar ese anuncio, la plaza rompió en vítores y aplausos de emoción. La comitiva, presidida por la Cruz, acompaña al nuevo Santo Padre, que había elegido por nombre "Francisco". Se trataba del Papa número 266ª. El nuevo pontífice hablaba español, era el primer latinoamericano en ser elegido papa, era jesuita y anterior Cardenal de Buenos Aires, Argentina
También, destaca su histórica convocatoria a una cumbre contra los abusos a las conferencias episcopales de todo el mundo y a los superiores de órdenes y congregaciones religiosas, con participación de laicos, expertos y con protagonismo de las víctimas.
Este último documento se integra en un sumatorio de llamados a los jóvenes de hacer de su vida algo extraordinario. Se lo dijo en las Jornadas Mundiales de la Juventud en Río de Janeiro, en Polonia y se lo recordó en Panamá. Su próxima ocasión, en la JMJ de Portugal de 2022.
"Es el primero en decir sí a nuestra vida, él siempre va primero, es el primero en decir 'sí' a nuestra historia, y quiere que digamos 'sí' junto a Él. Él siempre 'nos primerea'", dijo entonces desde el país latinoamericano.
Esta es sólo una síntesis de seis años de pontificado, en los que, después de lo vivido y lo que aún queda, cala hondo la petición con la que suele despedirse el Santo Padre. Siempre nos recuerda, hoy y entonces, que "por favor, no os olvidéis de rezar por mí".