El hallazgo accidental de un campesino en Jaén que terminó en tres museos: sus hijos jugaron con el tesoro visigodo sin saberlo
En 1926, un campesino de Jaén desenterró sin saberlo uno de los conjuntos de orfebrería visigoda más valiosos de España

Madrid - Publicado el
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El Tesoro de Torredonjimeno, considerado uno de los más relevantes conjuntos de orfebrería visigoda de la península ibérica, fue descubierto en 1926 en una finca de olivar situada entre los municipios de Torredonjimeno y Martos, en la provincia de Jaén.
Un hallazgo fortuito entre olivos
El hallazgo, como tantas veces ocurre con los grandes tesoros, fue fruto del azar. Un campesino, Francisco Arjona, se topó con una estructura de piedras y cal mientras labraba la tierra. Dentro se encontraba una corona visigoda, cuidadosamente resguardada, probablemente desde el siglo VIII.

Ignorando su valor, el campesino entregó las piezas a sus hijos, que las desmontaron y mezclaron con barro. El conjunto quedó entonces relegado al olvido hasta que, años después, unos chamarileros que recorrían la zona en busca de oro viejo adquirieron lo que quedaba de las joyas. Desde entonces, comenzó un lento proceso de recuperación y dispersión que ha llevado a las piezas a parar a distintos museos españoles.
Una ofrenda real olvidada por siglos
El Tesoro de Torredonjimeno está compuesto por cruces, cadenas, elementos de suspensión y coronas votivas, una de las cuales se conserva en el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC), en Barcelona. Estas coronas eran ofrendas suspendidas sobre los altares de las iglesias por parte de los reyes visigodos, con el objetivo de obtener la protección divina.

Diversos estudios han vinculado este tesoro al culto de las santas Justa y Rufina, mártires sevillanas del siglo III, cuyo culto fue promovido por San Isidoro de Sevilla, obispo entre los años 600 y 636. Las inscripciones halladas en una de las coronas apuntan a esta devoción, y los expertos creen que el conjunto formó parte del ajuar de un santuario o templo cercano al lugar del hallazgo.
A diferencia del famoso Tesoro de Guarrazar, hallado en Toledo, el de Torredonjimeno presenta un acabado más tosco, con una menor riqueza en gemas pero una mayor presencia de vidrios sintéticos, probablemente usados como sustitutos. El trabajo de los orfebres revela una intención más funcional, posiblemente destinada a un público de menor rango que las elites toledanas.
De refugio contra invasores a fragmento museístico
El contexto histórico del siglo VIII, concretamente el año 711, arroja luz sobre la razón de su ocultación. Tras la derrota del rey visigodo Don Rodrigo en la batalla de Guadalete frente a las tropas musulmanas de Tarik, muchas iglesias ocultaron sus bienes para evitar el saqueo. Se cree que el Tesoro de Torredonjimeno fue enterrado durante esta convulsa etapa, protegido mediante una rudimentaria caja de piedra y cal.
Las piezas que lo integran, laminas, cruces con engastes, colgantes de letras tabicadas e incluso un colgante en forma de Alfa, muy similar a los de Guarrazar, revelan tanto su finalidad litúrgica como su importancia histórica. También se han identificado metales nobles como oro y, sobre todo, plata dorada mediante la técnica de amalgama con mercurio, así como gemas como amatistas, granates, cuarzos y zafiros.

El tesoro, sin embargo, permanece incompleto. Repartido actualmente entre el Museo Arqueológico Nacional (MAN), el Museo Arqueológico de Córdoba (MAECO) y el MAC de Barcelona, su estudio sigue proporcionando datos sobre la sociedad visigoda, su religiosidad y su refinado arte metalúrgico. Lo que un día fue juguete para unos niños, es hoy un testimonio valioso de un pasado que se resiste al olvido.
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