El curioso motivo por el que la corona real de España nunca se coloca sobre la cabeza del rey
Es uno de los símbolos más emblemáticos de la monarquía española, presente en escudos, banderas y actos oficiales, aunque su historia revela un hecho inesperado: nunca ha sido utilizada como corona física sobre la cabeza de un rey

Proclamación de S.M. el Rey Felipe VI (19 de junio de 2014)
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En 2014, por primera vez en su historia, la corona real de España fue expuesta de forma permanente al público. Hasta entonces, este objeto tan reconocido por timbrar el escudo de España, ondear sobre banderas o figurar en actos solemnes, se mostraba solo en ocasiones contadas y siempre como algo más simbólico que físico. Lo curioso es que la corona real española, tal y como la conocemos, nunca ha sido una pieza usada en la coronación de los reyes. Porque, de hecho, en España no hay coronación, y la corona real... no existe como objeto físico.
Un símbolo legal, no una joya
A pesar de su omnipresencia en los símbolos nacionales, la corona real de España es un concepto heráldico, no un objeto tangible. Está definida por ley en normas aprobadas en 1981 y 1982, donde se describe detalladamente como parte del escudo nacional, pero no hay ninguna joya que se ajuste exactamente a esa descripción. La corona que los ciudadanos ven en la bandera o los documentos oficiales es una creación visual basada en una larga tradición monárquica.

X aniversario de la proclamación del rey Felipe VI
Su forma cerrada, con diademas que convergen en un orbe azul coronado por una cruz, aparece por primera vez en tiempos de Felipe II, influida por la corona imperial de su padre, Carlos V. Aunque España no adoptó el modelo exacto del Sacro Imperio Romano Germánico, sí lo adaptó como símbolo de unidad y poder. Desde entonces, ha sido usada por los Austrias, los Borbones, e incluso durante los breves reinados de José Bonaparte y Amadeo de Saboya, con algunas variaciones.
Se le conoce erróneamente como corona de Alfonso XII, ya que fue recuperada como emblema tras la Restauración de 1874, sustituyendo a la corona mural empleada durante la Primera República. Durante la dictadura de Franco, y también en los primeros años del reinado de Juan Carlos I, se utilizó una corona abierta inspirada en la de los Reyes Católicos. No fue hasta 1981 cuando se oficializó el diseño actual como símbolo estatal.
La corona que se ve, pero no se usa
Si bien no hay coronación en la monarquía española, sí hay una ceremonia de proclamación. En estos actos, se emplea la llamada corona tumular, que tampoco es la corona heráldica ni se ajusta a sus elementos. Esta pieza, que se coloca sobre un cojín junto al cetro y no sobre la cabeza del rey, fue probablemente creada para el funeral de la reina Isabel de Farnesio en el siglo XVIII. Se trata de una corona de plata sobredorada, con ocho florones decorados con emblemas de los antiguos reinos de la monarquía hispánica.

La corona que se utilizó en la proclamación de S.M. el Rey Felipe VI en la Sala de la Corona, en el Palacio Real de Madrid
Fabricada en 1775 por el platero real Fernando Velasco, por orden del rey Carlos III, esta corona es más modesta de lo que podría suponerse: mide 390 mm de alto, tiene un diámetro de 400 mm y pesa menos de un kilo. Su valor económico, más allá del simbólico e histórico, no supera los 1.200 euros. Esta es la pieza que estuvo presente en la proclamación de Juan Carlos I en 1975 y de Felipe VI en 2014. Nunca ha sido ceñida por ningún rey moderno.
Tampoco cuenta con perlas ni piedras preciosas como la corona heráldica. De hecho, la tradición española ha evitado el uso directo de coronas físicas desde tiempos de los Reyes Católicos, salvo por algunas excepciones en retratos o fotografías, como los que muestran a Isabel II con diademas reales.
Otras coronas con historias peculiares
Más tesoros del Patrimonio Nacional
El imaginario monárquico español también incluye otras coronas con historias peculiares. Una de ellas es la corona de topacios y diamantes que perteneció a Isabel II, realizada por el diamantista Narciso Soria en 1852. Tras sobrevivir a un atentado, la reina decidió regalar esta valiosa pieza a la Virgen de Atocha, donde desde entonces se conoce como la Corona del Niño de la Virgen de Atocha. No es un símbolo de Estado, pero sí un ejemplo de cómo los objetos reales pueden transformarse en piezas devocionales.
Otra curiosidad se encuentra en el escudo de España, donde aparecen representadas dos coronas distintas sobre las Columnas de Hércules. La de la izquierda es la corona imperial, que alude al extenso imperio construido a partir del siglo XVI. La de la derecha, en cambio, es la corona real cerrada, símbolo heráldico de la monarquía actual.
Hoy, quienes visitan la Sala de la Corona en el Palacio Real de Madrid, pueden ver en exposición permanente tanto la corona tumular como el cetro real. Pero, aunque visibles, ambos siguen siendo testigos silentes de una monarquía que nunca ha necesitado coronarse físicamente para reinar. En España, la verdadera corona está en los símbolos, no en la cabeza.