Jorge Alcalde, divulgador científico en 'La Tarde', sobre la música: "Es una de las herramientas culturales más poderosas que tenemos a nuestro alcance"
Un estudio revela que las canciones de la adolescencia se anclan en nuestro cerebro y moldean la memoria emocional para el resto de nuestras vidas

Un estudio revela que las canciones de la adolescencia se anclan en nuestro cerebro
Madrid - Publicado el
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La música es una fiel compañera de vida, pero ¿alguna vez te has preguntado por qué ciertas canciones parecen definir una época entera de tu existencia? Un estudio reciente de una universidad de Finlandia ha puesto cifra a este sentimiento universal. La investigación confirma que la conexión más profunda y duradera con la música se establece en torno a los 17 años. Es en ese preciso momento cuando las melodías que nos acompañan se graban a fuego en nuestra memoria, convirtiéndose en la banda sonora imborrable de nuestra biografía.

La cantante Rosalía
La 'brecha de la reminiscencia': la clave emocional
Los investigadores explican este fenómeno a través de lo que denominan la brecha de la reminiscencia, un período vital que abarca aproximadamente desde los 10 hasta los 25 o 28 años. Durante esta etapa, estamos en pleno proceso de maduración emocional, lo que provoca que todo lo que experimentamos, incluidas las canciones que escuchamos, "quede mejor grabado", según explica el divulgador científico Jorge Alcalde. Las vivencias de esta época van acompañadas de una carga emocional tan intensa que la música se convierte en el ancla de esos recuerdos.
Este anclaje explica por qué, aunque los gustos puedan cambiar con el tiempo, las canciones de la adolescencia siempre conservan un poder especial. "La música no es solamente un componente lúdico, no es algo que solamente hagamos solos cuando estamos en casa y nos ponemos unos casquitos, también lo hacemos en sociedad", señala Alcalde.
Esas melodías están intrínsecamente ligadas a primeros amores, desamores, momentos de crecimiento, incertidumbres y experiencias vitales que las cargan de un significado único e intransferible.
Una herramienta que moldea la personalidad
El estudio finlandés va más allá y concluye que las canciones de la adolescencia no solo nos gustan, sino que moldean nuestra personalidad y definen quiénes somos. La música se revela como "una de las herramientas culturales más poderosas que tenemos a nuestro alcance", apunta el experto. Cualquier manifestación artística influye en nuestro desarrollo intelectual, pero la música destaca por su omnipresencia y su capacidad para unir a las personas. Su influencia es tal que el experto asegura que "no podemos casi vivir sin música".
No podemos casi vivir sin música"
Divulgador científico en COPE
Esta influencia, sin embargo, también tiene un lado controvertido. Aunque nunca se ha podido demostrar científicamente una relación causal directa, ha habido casos polémicos como el del grupo de heavy metal Judas Priest, que fue acusado de que las letras de sus canciones habían inducido desórdenes mentales en algunos jóvenes. Estos ejemplos, aunque aislados y no probados, plantean un debate sobre el impacto de la música en cerebros especialmente vulnerables durante la adolescencia.
Respecto a por qué a unas personas les gusta el rock y a otras el reguetón, la ciencia no ofrece una única respuesta. El componente social es clave: "nos gusta lo que solemos escuchar en nuestro entorno", afirma Alcalde. Formar parte de un grupo y compartir sus gustos es un factor de identificación muy potente. No obstante, también existen investigaciones que apuntan a una predisposición genética. Algunas personas tienen conexiones neuronales que les hacen más susceptibles a ciertos ritmos y tonalidades, mientras que otras, simplemente, "no tienen oído", un rasgo que también parece tener una base genética.
El imborrable poder de la música en el cerebro
El poder evocador de la música es asombroso. Una canción escuchada por casualidad puede abrir un archivo en nuestro cerebro y hacer que recordemos la letra a la perfección 30 o 40 años después. Esta conexión es tan fuerte que se ha utilizado como herramienta de aprendizaje desde la infancia. Como recuerda el divulgador, "cuando somos pequeños aprendemos el abecedario cantándolo" o las tablas de multiplicar, demostrando la "conexión muy directa entre la sonoridad y el ritmo de la música, y la capacidad de concentración del cerebro".

Esta capacidad de la música para dejar una huella indeleble se manifiesta de forma extrema en personas con enfermedades neurodegenerativas graves. Pacientes con Alzheimer avanzado pueden no reconocer a sus familiares, pero sí recordar perfectamente las canciones de su juventud. Lo mismo ocurre con el aprendizaje de un instrumento, que implica una reformulación tan profunda de la plasticidad del cerebro que esa marca permanece incluso después de un daño cerebral severo, como un derrame.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.





