La propuesta de una profesora de la Universidad de Burgos al pueblo de su marido que rechazaron y ahora triunfa en media España

Expósito cuenta la historia de Bárbara de Aymerich, profesora de ciencias experimentales que ha llegado hasta a seis comunidades autónomas

Imagen de Espinosa de los Monteros, en Burgos
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Paco Delgado

Madrid - Publicado el

5 min lectura

Bárbara de Aymerich es profesora de ciencias experimentales en la Universidad de Burgos, y demuestra que las ciencias naturales no son tediosas, ni aburridas. Por el contrario, son tan lúdicas y emotivas como la música o el baile. Pero para conocer la historia de Bárbara hay que remontarse al 2007, año en el que la profesora decidió dejar Burgos y trasladarse a un pueblo, Espinosa de los Monteros, que no supera los 1.700 habitantes.

Allí tenía su empresa su marido y Bárbara solicitó una excedencia, durante la cual nacieron sus dos hijas. Cuando llegó el momento de incorporarse al colegio decidió dar un nuevo enfoque a la docencia: dejó las clases en el centro y creó un taller de ciencia.

 La propuesta al ayuntamiento de Espinosa  

“Tenía ganas de continuar con mi vida profesional, yo estaba dando clase en la Facultad de Ciencias y estaba también dando clases en un colegio en Burgos y yo tenía ganas de hacer algo más”, explica Bárbara a Expósito en La Linterna. “Yo siempre he sido una mujer muy inquieta y con muchas ganas de trabajar, de aprender, de seguir con mi faceta de científica y educadora”.

Logo de Espiciencia, el proyecto de Bárbara Aymerich

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Logo de Espiciencia, el proyecto de Bárbara Aymerich

Para montar su escuela primero tocó la puerta del colegio del pueblo, pero no funcionó. La dirección no veía la ciencia como una actividad extraescolar y la negativa, lejos de achantarla, le obligó a buscar otras alternativas, porque estaba segura del impulso que podían tener estas materias científicas entre los vecinos.

Entonces acudió al Ayuntamiento, y la propuesta gustó tanto que le ofrecieron impartir sus clases en un pequeño local de 15 metros cuadrados, sin calefacción ni baño y tendría que compartir el espacio con otros talleres. “Me puse en contacto con el ayuntamiento y ahí me dejaron un aula y en ese espacio pequeñito que compartía con la gente de pintura, de manualidades, de restauración de muebles, empecé con seis niños abordando la ciencia desde sus ojos”, asegura. Recuerda que, poco a poco, aquello fue creciendo, “fue llamando la atención de otros niños, que parecía que les gustaba y de sus familias y hasta ahora”.

 Un éxito en media España  

De esto hace 15 años, y así nació la Escuela Espiciencia: el nombre nació de la fusión entre las palabras ciencia y Espinosa. Su objetivo estaba muy bien definido: inculcar a niños y jóvenes la importancia de esta materia en la vida cotidiana.

“Lo que queremos es que haya una alfabetización científico-tecnológica”, aclara Aymerich, que la ciencia y la tecnología “lleguen a todo el mundo para que la conozcan, tengan un capital científico y una base científica que es imprescindible para la vida diaria”. Diez años después han dejado aquel pequeño local y se han instalado en uno más grande y mejor acondicionado. Ya no trabaja sola, otros profesores como Hugo Presa, que es biólogo, ayudan a los alumnos de Espiciencia a descubrir la naturaleza.

Yo creo que es una oportunidad chulísima para cualquier tipo de niño” explica en COPE Presa. “Porque muchas veces es una pasión sin descubrir, pero niños que sean inquietos, que les guste el campo, que les guste andar haciendo experimentos, andar haciendo cosas en casa, pues es una forma de incentivar esas ganas de aprender y esa inquietud que tienen por lo que es la ciencia, que es lo que practicamos en clase”.

Esta escuela enseña ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas y, lo más importante, desarrollada en el medio rural . Pero las enseñanzas de Bárbara no se limitan al aula donde aprenden alumnos entre 4 y 16 años, también salen al exterior y participan en ferias y concursos científicos. Fue precisamente en un Congreso en Madrid donde conoció al que fuera el Presidente de la Fundación Margarita Salas, la Institución ayudó a Bárbara a expandir su proyecto.

“El que era en ese momento el director de la Fundación se acercó hasta Espinosa de los Monteros y me propuso la idea de sacar adelante un proyecto que se llama Dinamizadores de STEM y que consistía en replicar un poco lo que yo estaba haciendo allí en Espinosa, llevar la ciencia al medio rural y a los ambientes desfavorecidos”.

Gracias a esta organización, Espiciencia ha llegado a seis comunidades autónomas (Castilla y León, Asturias, Madrid, Andalucía, Extremadura y Canarias) y, a lo largo de los últimos años, Bárbara, científica por vocación y maestra apasionada por la divulgación del conocimiento científico, fue nombrada la mejor profesional del mundo. Ha sido reconocida con el Global Teacher Award, comparable con el Nobel de la educación, y que premia a los mejores docentes a nivel internacional.

 La experiencia de los niños en Espiciencia  

A los niños la ciencia aplicada a su día a día les proporciona emociones y vivencias como cualquier otra actividad, como a África, que tiene 6 años, y en esta escuela se lo pasa muy bien. “A mí me gusta Espiciencia porque veía a mi hermana lo que hacía en Espiciencia, entonces ahora me gusta mucho ir porque hacemos experimentos y también me gusta mucho cuando vamos afuera, como cuando fuimos al río a echar los barcos”.

Bárbara se mudó a Espinosa de los Monteros, un pueblo de Burgos, y bajo el lema “Ciencia en todo y para todos” fundó Espiciencia, consiguiendo llevar el conocimiento científico y tecnológico a los niños y familias de toda la comarca. Sara, de 15 años, es otra alumna Espiciencia, y explica en COPE que se ha apuntado porque le gusta “la ciencia, averiguar cosas, investigar y aprender cosas nuevas”. “Me lo paso siempre muy bien, las clases y todo lo que hacemos es interesante y divertido”.

Espiciencia se ha convertido en una cantera de vocaciones científicas. El taller pone en valor la ciencia en el mundo rural, en la España vaciada, y el equipo que forma Bárbara y sus alumnos han desterrado el mito de que la ciencia es algo complejo y aburrido.

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