El país que ha derrumbado, 50 años después, la estatua de uno de los comunistas más famosos del siglo XX
Enrique Serbeto cuenta en La Linterna la inusual decisión que ha tomado un país de 7 millones de habitantes sobre una de las figuras más famosas de la historia

Plaza de Bishkek, Kirguistán
Madrid - Publicado el
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En un momento en que el mundo observa con atención los movimientos geopolíticos en las antiguas repúblicas soviéticas, Kirguistán ha dado un paso significativo en su distanciamiento del legado comunista. Este lunes, en La Linterna de COPE, el director del programa, Ángel Expósito, y el periodista de internacional de ABC, Enrique Serbeto, dedicaron un segmento a analizar la retirada de la estatua de Vladímir Lenin en Osh, la segunda ciudad más grande del país. Con 23 metros de altura y erigida en 1975, esta imponente figura era considerada la última gran representación del líder revolucionario en Asia Central, y su desmantelamiento no ha pasado desapercibido.
Un monumento con medio siglo de historia
La estatua, instalada durante la era soviética cuando Kirguistán formaba parte de la URSS, había permanecido en la plaza central de Osh como un vestigio tangible del pasado comunista del país. Según la agencia Associated Press, el monumento fue retirado el pasado sábado con ayuda de una grúa, en una operación que las autoridades locales justificaron como parte de un plan de "mejora estética y arquitectónica" de la ciudad. Sin embargo, como señala Serbeto durante la entrevista, el gesto trasciende lo urbanístico: "Es un símbolo de cómo Kirguistán, como otras exrepúblicas soviéticas, busca redefinir su identidad nacional alejándose de Moscú".
El periodista, conocedor de la región, recuerda que la estatua pesaba siete toneladas y media y que, pese a su relevancia histórica, "los ciudadanos de Osh se habían acostumbrado a verla, pero no les apetecía conservarla en un lugar prominente". Las autoridades han anunciado que será reubicada en un parque menos visible, mientras que en su lugar se instalará un mástil de 95 metros con la bandera kirguisa, un detalle que Expósito destacó irónicamente: "Adiós a Lenin, bienvenido el nacionalismo".

Estatua de Lenin en Osh, Kirguistán
Un acto con poco "ruido político"
A diferencia de otras retiradas de monumentos soviéticos —como las ocurridas en Ucrania bajo las leyes de "descomunización”, el ayuntamiento de Osh insistió en que el desmantelamiento no debe "politizarse". No obstante, como apunta Serbeto, el contexto global no puede ignorarse: "Esto ocurre justo una semana después de que Rusia, aliado clave de Kirguistán, inaugurara un monumento a Stalin en Moscú. Son dos visiones opuestas del legado soviético".
Expósito añade que, aunque el gobierno kirguís ha evitado presentar el acto como una ruptura con Moscú, la decisión refleja una tendencia regional. "En la capital, Biskek, ya retiraron otra estatua de Lenin en 2003. Ahora, con este movimiento, Kirguistán se suma a países como Tayikistán o Bulgaria, donde los símbolos comunistas han sido eliminados progresivamente", explica.

Imagen de un discurso de Lenin
Reacciones y contradicciones en la sociedad kirguisa
Durante el programa, Serbeto compartió anécdotas de sus contactos en la región: "Algunos sectores, especialmente las generaciones mayores, ven la estatua como parte de su patrimonio. Pero para los jóvenes, Lenin es una figura ajena, un símbolo de un imperio que ya no existe". Esta dualidad, según el periodista, explica por qué el gobierno optó por un enfoque pragmático: "No hubo discursos grandilocuentes ni actos de repudio, solo grúas y camiones. Es una forma de evitar tensiones en un país donde el ruso sigue siendo lengua oficial y la influencia de Moscú es innegable".
Expósito subrayó la ironía de que, mientras Kirguistán retiraba a Lenin, Rusia reivindicaba a Stalin: "Putin ha resucitado el culto al dictador soviético, pero en las exrepúblicas, su figura es cada vez más incómoda. Aquí vemos cómo la memoria histórica se convierte en un campo de batalla político".
Un futuro incierto para los símbolos soviéticos
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La conversación cerró con una reflexión sobre el futuro de estos monumentos. Serbeto recordó que, aunque la estatua de Osh no será destruida, su reubicación en un parque secundario equivale a un "destierro simbólico". "Es un guiño a los nacionalistas kirguisos, que promueven figuras como el héroe épico Manas en lugar de Lenin", dijo. Sin embargo, como matizó Expósito, "el debate sobre el pasado soviético sigue abierto, y no solo en Kirguistán".
La retirada de esta estatua, concluyen, es un capítulo más en la compleja relación de las exrepúblicas soviéticas con su historia. Un gesto que, aunque discretamente ejecutado, habla de un país que, cincuenta años después, derriba no solo un monumento, sino también el peso de un legado que ya no encaja en su identidad.