Un empleado de la catedral de Cuenca "limpia" un objeto y décadas después descubren que estropeó un tesoro del siglo XVI: "Pedimos ayuda"
El capellán mayor de la Seo, Miguel Ángel Álvarez, hace un llamamiento en La Linterna a los vecinos que puedan ayudarles a recuperar lo dañado antes de 1964

Madrid - Publicado el
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La catedral de Cuenca ha lanzado una campaña pública para rescatar del olvido una de las joyas pictóricas más dañadas de su patrimonio: La Adoración de los pastores, obra maestra del renacentista Fernando Yáñez de la Almedina (c. 1475-1540). Según explicó a La Linterna el capellán mayor de la Seo, Miguel Ángel Álvarez, la pintura, realizada entre 1526 y 1527, sufrió un "intento fallido de limpieza" antes de 1964 por parte de un empleado del templo, que utilizó un producto abrasivo para eliminar barnices y polvo, borrando irreversiblemente rostros y detalles de la composición.
El retablo, ubicado en la Capilla de los Peso, muestra hoy pigmentos desgastados, halos difuminados y expresiones faciales irreconocibles. "Al verla, te produce un inmenso dolor", admitió Álvarez durante la entrevista. El daño no se debe al paso del tiempo, sino a aquella intervención rudimentaria que, según confirmaron desde el cabildo, empleó técnicas "demasiado enérgicas". Ni la restauración realizada en 1964 en el Instituto Central de Conservación y Restauración (entonces dependiente del Ministerio de Educación) ni su posterior exhibición en Madrid lograron revertir el deterioro.
El sueño de recuperar a Yáñez de la Almedina
Bajo el lema "Tenemos un sueño", la catedral ha apelado a la ciudadanía a través de redes sociales para localizar fotografías antiguas que capturen el estado original de la obra antes de la desafortunada limpieza. "Sería fantástico poder comparar cómo era y entender el daño sufrido", explicó Álvarez, quien destacó el potencial de las redes para "llegar a tantas personas". La institución también busca testimonios o documentos que revelen detalles de aquella intervención previa a 1964, cuya autoría y circunstancias siguen siendo un misterio.

Capilla Honda, en la catedral de Cuenca
Fernando Yáñez de la Almedina, discípulo aventajado de Leonardo da Vinci, con quien colaboró en el fresco perdido La batalla de Anghiari, está considerado por expertos como Elías Tormo como "el más exquisito pintor del Renacimiento en España". Su estilo, marcado por el sfumato leonardesco y la serenidad compositiva, puede admirarse en obras como Santa Catalina o San Damián, custodiadas en el Museo del Prado. En Cuenca, además de La Adoración de los pastores, destacan sus pinturas en la Capilla de los Caballeros: La Adoración de los Magos y La Piedad, estas últimas restauradas en 2011 gracias a un convenio con el Canal de Isabel II.
Un error con siglos de historia detrás
El capellán mayor subrayó la paradoja: mientras otras obras de Yáñez, como las valencianas, han sido meticulosamente preservadas, esta tabla conquense quedó mutilada por una acción "que no fue restauración, sino un accidente". El mensaje difundido por la catedral es contundente: "La aplicación de algún producto abrasivo destrozó la obra original".

Cuadro de Fernando Yáñez de la Almedina
La iniciativa ha reabierto el debate sobre la conservación del patrimonio religioso. Como contexto, La Linterna recordó que Yáñez, nacido en Almedina (Ciudad Real), introdujo en España las influencias del Quattrocento italiano, fusionándolas con su formación junto a maestros como Rafael o Perugino. Su legado en Cuenca, donde trabajó entre 1525 y 1531, incluye también el Retablo de la Crucifixión, vinculado a los mecenas Carrillo de Albornoz.
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¿Qué pasará si encuentran las fotos?
Aunque no se ha detallado un plan concreto de restauración, Álvarez adelantó que cualquier imagen recuperada serviría como "guía" para reconstruir digitalmente los rostros perdidos o, en el mejor escenario, intervenir físicamente la tabla con técnicas actuales. El proyecto, sin embargo, depende de hallar material gráfico: "Las redes sociales son nuestra esperanza", insistió.
Mientras tanto, la catedral, fundada por Alfonso VIII en el siglo XII, sigue custodiando esta obra herida, símbolo de un patrimonio que clama por auxilio. Como resumió el capellán: "Quizá entre todos podamos hacer posible lo imposible".