Acoge en su casa de Asturias a un niño saharaui y el pequeño le da una lección al ver este utensilio en la cocina: "No hay dinero que lo pague"
La Linterna cuenta historias de generosidad como la de Belén, una mujer de Noreña (Asturias), a la que su hijo le pidió un hermano y lleva 32 años viviendo una aventura

Madrid - Publicado el
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En una cocina asturiana, un sencillo pasapurés se convirtió en el símbolo de una lección de humanidad. Belén Cueva, una mujer de Noreña (Asturias) que lleva 32 años acogiendo a niños saharauis a través del programa Vacaciones en Paz, relata con emoción el momento en que un pequeño refugiado descubrió este utensilio doméstico. "No había luz y no pude hacer el puré con la minipimer. Tuve que usar el pasapuré antiguo", explica Belén.
El niño, fascinado, le preguntó: "¿Qué es eso?". Cuando ella le explicó su función, el pequeño, con los ojos brillantes, respondió: "¿Y cuesta mucho? Porque mi mamá, para darle de comer a mi abuela, que no tiene dientes, lo deshace con la mano y se lo pone en la boca". Belén, con un nudo en la garganta, le aseguró que se lo llevaría de regalo. "Aquel niño abrazó el pasapuré, feliz, diciendo que su abuela podría comer sola con una cuchara. No hay dinero que pague eso", confiesa.
Un verano que cambia vidas
Belén es una de las miles de familias españolas que participan en Vacaciones en Paz, un programa solidario que desde hace más de 40 años permite a niños saharauis escapar de los campos de refugiados de Tinduf (Argelia), donde las temperaturas superan los 55°C en verano y el acceso a agua corriente o alimentos básicos es limitado. Este año, cerca de 3.000 menores están siendo acogidos en comunidades como Asturias, Andalucía o Madrid, donde reciben atención médica, una alimentación equilibrada y, sobre todo, la oportunidad de ser niños.
Para muchos, es su primer contacto con realidades cotidianas en España: grifos que gotean, camas blandas o, como en el caso de Salim, un niño de 9 años acogido en Valdeavero (Madrid), el asombro ante el agua corriente. "Venía de vivir en una jaima sin acceso a agua. Cuando abrí el grifo, no podía creerlo", cuenta Flor, su madre de acogida. Otros, como Mansura y Baki, en Toledo, descubren la playa o las piscinas. "Les tiemblan las mandíbulas de la emoción al ver tanta agua", relata Javier, su anfitrión.
"Ellos nos dan más de lo que reciben"
Belén, coordinadora del programa en Asturias, subraya que la experiencia trasciende el verano: "Visitar los campamentos te marca. Allí, las familias trituran la comida con las manos para alimentar a sus mayores. Ver a un niño abrazar un pasapurés te hace entender lo que realmente importa".

La ministra de Infancia y Juventud junto a los embajadores del programa 'Vacaciones en Paz'
El vínculo perdura: algunos de los 13 niños que ha acogido Belén ahora estudian en universidades de Tailandia o Moscú, pero regresan a los campamentos para ayudar a su comunidad. "Les digo que la educación es su herramienta para recuperar su tierra", afirma. Un mensaje urgente, pues el Sáhara Occidental lleva 50 años bajo ocupación marroquí, y la ayuda internacional es vital.
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Un llamamiento a la solidaridad
Pese a su éxito, el programa enfrenta desafíos. Tras la pandemia, el número de familias de acogida ha disminuido, y en Asturias aún faltan 50 hogares para cubrir la demanda de este año. "Cada niño que no viene es una oportunidad perdida", lamenta Maite Isla, presidenta de CEAS Sáhara. "Ellos nos enseñan a valorar lo que tenemos con una sonrisa y un 'hamdul' (gracias)".
Mientras, en Noreña, el pasapurés que Belén regaló sigue en uso, recordando que gestos pequeños pueden cambiar vidas. Como dice Rubén Corral, presentador de La Linterna: "Algo tan sencillo como un pasapurés nos muestra lo que realmente vale la pena".