Cuando era pequeño, no se tiraba nada, allí comían, lo que iba quedando. Si se reunían unos cuantos en casa, formaban una línea de producción de croquetas extraordinaria: uno hacía las bolitas, otro la harina, el huevo, y él, solía hacer el control de calidad.

Que ahora sea un cocinero de éxito, no le impide seguir aprovechando todo lo que hay en la nevera. Y es que cocinar rico con lo que se tenga, también entrena la creatividad. Lo tradicional, sigue teniendo un papel protagonista en su cocina, por eso el conejo con tomate de su madre, o los canelones, tienen un lugar especial en el libro de recetas que está presentando: “Cocina de resistencia. Las mejores recetas para no desperdiciar nada”.

Unas recetas que empezaron en el confinamiento: "Era una necesidad, cocinar con lo que había porque no podíamos ir al supermercado". Escribió unas 170 recetas y quiere que la gente ensucie el libro. Si tiene que estar en la cocina cogiendo grasa, será buena señal. Hay platos con mucha historia, ligados a momentos vividos con la gente a la que más quiere: "me di cuenta de que venían momentos diferentes, y les puse una relfexión, como a los canelones de mi madre, que siempre se hacían por un momento festivo porque era mucho jaleo prepararlos". Recuerda como su hermano y él se asomaban a la ventana del horno como si fuera una televisión.

Si tiene prisa, no recurre a ningún plato sino que abre la nevera, y cocina en función de lo que tiene pero "siempre tengo un par de patas de pulpo envasadas al vacío porque les doy cada vez, un toque diferente". En las sobras, hay un mundo por redescubrir "porque parece que hemos olvidado eso de utilizar las cosas que van sobrando, unas veces para comértelas y otras para rehacer otro plato". Por eso el libro es tan necesario, porque el arte de reutilizar también se aprende.