Un pequeño templo del Pirineo Aragonés guarda un secreto: su nombre significa 'la felicidad del cielo'

En un rincón del Pirineo, esta pequeña iglesia románica sorprende a los viajeros por su belleza, su historia milenaria y un significado celestial que aún hoy emociona

Iglesia de Santa María de Iguácel

TURISMO ARAGÓN

Iglesia de Santa María de Iguácel

Paola Bandrés

Jaca - Publicado el

4 min lectura

En el corazón del Pirineo Aragonés, donde los caminos se estrechan y el silencio lo envuelve todo, se alza una de las iglesias más sorprendentes del románico español. Pocos viajeros la conocen, pero quienes la descubren quedan marcados por su serenidad, su historia y su simbología. Santa María de Iguácel no solo es un templo; es un puente entre la tierra y el cielo, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido hace casi mil años.  

Santa María de Iguácel se encuentra en el Valle de la Garcipollera, a pocos kilómetros de Jaca

CASTIELLO DE JACA

Santa María de Iguácel se encuentra en el Valle de la Garcipollera, a pocos kilómetros de Jaca

Un templo entre montañas donde habita la 'felicidad del cielo'  

En ocasiones, los lugares más pequeños esconden las historias más grandes. En el corazón del Pirineo Aragonés, muy cerca de Jaca, se levanta una iglesia que parece suspendida en el tiempo: la Iglesia de Santa María de Iguácel, una de las joyas del románico español y un destino que deja huella en quien la descubre.

Declarada Bien de Interés Cultural, esta pequeña iglesia de piedra se alza entre praderas y bosques de montaña, en un entorno natural de belleza sobrecogedora. Su nombre no podía ser más simbólico: Iguácel significa 'felicidad del cielo', una definición que parece describir no solo el templo, sino también la sensación que se experimenta al llegar hasta él.

Una travesía hacia los orígenes del románico español  

El camino hasta Santa María de Iguácel comienza en el municipio de Castiello de Jaca, en la provincia de Huesca, desde donde una carretera conduce hasta Bescós de la Garcipollera. A partir de ahí, una pista ancha se adentra en un valle de naturaleza salvaje hasta revelar esta joya escondida que ha resistido casi un milenio de historia. 

Su construcción comenzó entre los años 1040 y 1050 por orden del Señor Galindo, y fue financiada por Doña Urraca y el Conde Sancho, tutor del rey Sancho Ramírez. Se trata de la primera muestra del románico europeo en el Alto Aragón, un ejemplo temprano de ese lenguaje arquitectónico que luego se extendería por toda Europa.

En sus primeros siglos, Santa María de Iguácel fue lugar de peregrinación y monasterio benedictino. Con el tiempo, los monjes fueron trasladados al Monasterio de San Juan de la Peña, y el templo pasó a ser ocupado por una comunidad de religiosas bernardas, que más tarde se establecieron en Cambrón. Una historia de fe y transformación que ha acompañado al valle durante casi mil años.

Muchos visitantes se acercan a conocer el templo

CLUB MONTAÑEROS MONEGROS

Muchos visitantes se acercan a conocer el templo

La restauración que devolvió la luz a sus muros  

Durante siglos, el paso del tiempo y el abandono amenazaron con borrar esta joya del románico. No fue hasta 1976 cuando se emprendió una restauración integral que salvó el templo de la ruina. Aquellos trabajos sacaron a la luz pinturas murales del siglo XV en el ábside, de una calidad excepcional, que devolvieron a la iglesia su esplendor original. 

La reja románica de forja y la imagen de la Virgen titular, ambas del siglo XII, se conservan hoy en el Museo Diocesano de Jaca, donde pueden admirarse en un entorno seguro y climatizado. Gracias a esta restauración, el edificio se mantiene en excelente estado y continúa siendo un referente del patrimonio histórico y espiritual de Aragón.

Pinturas en el interior de Santa María de Iguácel

Imagen capturada por visitantes

Pinturas en el interior de Santa María de Iguácel

Pórtico de la entrada al templo

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Pórtico de la entrada al templo

Una experiencia espiritual y natural  

Visitar Santa María de Iguácel no es solo una excursión cultural: es una experiencia sensorial y espiritual. Durante el verano, es posible acceder al interior del templo mediante entrada y utilizando el transporte habilitado para evitar el impacto sobre el entorno natural. El resto del año, aunque el interior permanezca cerrado, el paisaje que la rodea compensa cualquier restricción. 

El silencio, la luz entre los pinos y la presencia imponente del templo transmiten una paz difícil de describir. Es uno de esos lugares donde el tiempo parece detenerse y donde lo terrenal y lo divino se encuentran en equilibrio perfecto.

Un secreto del Pirineo que merece ser contado  

Quien visita Santa María de Iguácel lo entiende enseguida: hay lugares que no necesitan grandes dimensiones para ser inmensos. Entre las montañas del Pirineo Aragonés, este pequeño templo sigue recordando que la belleza y la espiritualidad no siempre se miden en metros, sino en emociones. 

Es uno de esos rincones que, una vez descubiertos, permanecen para siempre en la memoria. Una historia que, mil años después, sigue uniendo la tierra con el cielo.

Por qué Santa María de Iguácel es única  

Es la primera muestra del románico europeo en el Alto Aragón.

Su nombre, Iguácel, significa literalmente 'felicidad del cielo'.

Fue monasterio benedictino y lugar de peregrinación en la Edad Media.

Sus pinturas murales del siglo XV son una joya artística excepcional.

Está situada en un entorno natural de los más bellos del Pirineo español.

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