Eduardo, albañil con 30 años de experiencia: "Aunque quieras contratar gente, es que no hay. No hay albañiles. Y los pocos que hay quieren ganar más de lo que ganas tú, sin tener ni idea"
El trabajo de albañil se ha ido perdiendo en España, pero son una parte fundamental de la sociedad

Eduardo, albañil con 30 años de experiencia
Madrid - Publicado el
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España se enfrenta a un problema silencioso pero cada vez más grave: faltan albañiles. Lo dicen los empresarios del sector, lo confirman los datos y lo viven cada día profesionales como Eduardo Roldán, un albañil madrileño con más de tres décadas de experiencia, que se ha sentado con César, de Sector Oficios Podcast, para contar cómo ha cambiado su oficio y por qué cada vez hay menos manos dispuestas a trabajar en la construcción.
“Aunque quieras contratar gente, es que no hay. No hay albañiles. Y los pocos que hay quieren ganar más de lo que ganas tú, sin tener ni idea”, resume con resignación. Su testimonio pone voz a un problema que afecta a miles de empresas en España: la falta de relevo generacional en uno de los oficios más duros —y esenciales— del país.

El trabajo de albañil es muy importante
“Antes dabas una obra a un oficial y te la hacía entera. Ahora eso ya no existe”
Eduardo lleva toda una vida en la obra. Empezó con solo 13 años, ayudando a su padre los fines de semana a hacer “chapuzas”, y con 16 ya estaba metido de lleno en la construcción. Desde entonces ha vivido de todo: el boom inmobiliario, la crisis del 2008 y la lenta recuperación del sector. Hoy, con 46 años, reconoce que el panorama ha cambiado radicalmente: “De los oficiales buenos, de los de antes, quedan pocos. Antes les dabas un móvil, las llaves de la furgoneta y una obra, y te la hacían entera sin tener que ir a verlos. Ahora eso ya no existe”.
Lo dice con la mezcla de nostalgia y cansancio de quien ha visto cómo el oficio se ha ido desdibujando. Su empresa llegó a tener más de veinte empleados, pero hoy trabaja con apenas un puñado de personas. “De cuatro trabajadores que tengo, tres están de baja. Estoy en pie por casualidad”, cuenta. Y aun así, no piensa rendirse.
El relevo generacional es, para Eduardo, el gran drama de la construcción. “Los chavales no quieren venir a la obra. Prefieren estar sentados en una piscina, de socorristas, ganando 100 euros al día, antes que estar al sol con una paleta en la mano”, lamenta.
El motivo, según él, es claro: “La albañilería es muy dura. Te machaca el cuerpo. Yo tengo las rodillas destrozadas, los riñones reventados y las manos llenas de callos”. Y aunque insiste en que “si eres buen albañil puedes ganar mucho dinero”, reconoce que el sacrificio físico y las condiciones laborales hacen que pocos jóvenes se animen a aprender el oficio.
Además, denuncia que los salarios de entrada no son atractivos y que el esfuerzo que exige la construcción no se ve recompensado ni social ni económicamente. “Es que muchos cobran más reponiendo tomates en un supermercado que levantando una pared bajo el sol”, apunta.
Los chavales no quieren venir a la obra. Prefieren estar sentados en una piscina, de socorristas, ganando 100 euros al día, antes que estar al sol con una paleta en la mano”
Albañil con más de 30 años de experiencia
“Los que vienen, quieren cobrar 3.000 euros sin saber ni poner cuatro ladrillos”

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La falta de oficio también le preocupa. “Hay chavales que llegan diciendo que quieren ganar 2.500 o 3.000 euros, sin haber puesto ni cuatro ladrillos. Primero aprende y luego pide, porque esto no se aprende en una semana”, dice. Para él, la diferencia entre un oficial de primera y uno que se cree que lo es “sin serlo” se nota en la calidad del trabajo: “La albañilería es compleja, tiene mucha técnica, y eso se aprende con los años, no mirando vídeos en TikTok”.
En su empresa, Eduardo lo tiene claro: si alguien quiere entrar, tiene que demostrarlo. “Yo siempre digo: pruébame un mes. Dame una obra y luego valoras lo que te tengo que cobrar. Así de simple”, explica.
Pese a todo, Eduardo no reniega de su oficio. Al contrario, lo defiende con orgullo. “La albañilería es dura, pero también muy gratificante. Llegar a un terreno vacío y ver una casa levantada por ti mismo no tiene precio. Es tu obra, tu esfuerzo hecho ladrillo”, señala con emoción.
Se ha construido dos casas, y cada una le ha enseñado algo: “Cuando me siento en la acera y miro la casa que he levantado, me vienen recuerdos de cada paso: el tejado, la fachada, los cimientos... Eso compensa todo lo demás”.
Aun así, reconoce que el cuerpo pasa factura. “Yo no me veo con 65 años subido a un tejado. Deberían dejarnos jubilarnos antes. Esto destroza”, insiste. Propone que los trabajadores de la construcción puedan retirarse antes o tener incentivos extra, como más vacaciones o mejores cotizaciones.

La falta de mano de obra en el sector de la construcción es una realidad preocupante
Pese al pesimismo general, Eduardo termina con una nota de esperanza: “Si eres bueno, trabajo no te va a faltar nunca. En la construcción siempre hay faena. El que no tiene trabajo hoy, es porque no quiere”.
Su historia es la de miles de albañiles que levantan España ladrillo a ladrillo, muchas veces sin reconocimiento. “Yo solo pediría que se valorara más lo que hacemos. Porque sin albañiles, no hay casas. Ni hospitales. Ni colegios. Nada”, concluye.
Una voz que resume la realidad de un sector esencial que, si nadie lo remedia, se quedará pronto sin manos para construir el futuro.



