Este es el peligroso secreto de las mujeres en el Siglo de Oro para tener la piel más blanca: lo puedes ver en Las Meninas
En la obra de Diego Velázquez puede apreciarse cómo la Infanta Margarita también seguía la moda del Siglo de Oro

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Seguro que has visto Las Meninas, el célebre cuadro de Diego Velázquez en óleo sobre lienzo del año 1656 y representante del estilo barroco, ya sea en una imagen por Internet o ir en persona al Museo del Prado en Madrid. Pero es probable que no hayas encontrado un detalle que revela una de las modas del Siglo de Oro español.
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Mientras los hombres luchaban en las guerras y se componían versos, las damas de la alta sociedad del Siglo XVII tenían otra lucha entre manos... alcanzar la belleza perfecta. Y en la antigüedad eso significaba tener la piel lo más blanca posible.
Esto guarda un paralelismo cultural con el Japón tradicional e incluso actual. La piel blanca era un símbolo de estatus social que indicaba que una persona no trabajaba al sol y, por lo tanto, se aludía a que no era campesina o de clase baja. Era sinónimo de nobleza, refinamiento y belleza.
Muchas mujeres, e incluso hombres, usaban polvos blancos en el rostro que a veces eran incluso tóxicos para acentuar ese canon de belleza de la época.
En 'Las Meninas', la infanta Margarita (la niña rubia del centro con el vestido blanco) aparece con una tez muy pálida, pero en este caso se cree que no era por esos polvos blancos.
En el cuadro se ve que una de las damas le da a la Infanta Margarita un objeto de cerámica. Se dice que las mujeres llegaron a tal obsesión por la palidez que empezaron a comer barro. A esta práctica se llama "bucarofagia", del término búcaro, que es una pequeña vasija de arcilla. Era la dieta de moda en los salones de Madrid del Siglo de Oro.

Detalle del búcaro que le ofrece una dama a la Infanta Margarita
Una dieta letal
La idea era simple, ingerir pequeñas cantidades de cerámica cocida para provocar clorosis, que es una forma de anemia que reduce los glóbulos rojos haciendo que la piel adquiera un tono enfermizamente pálido.
Incluso se creía que el barro podía "ayudar" a regular los períodos menstruales de las mujeres. La cerámica provocaba una obstrucción intestinal y algunas lo veían como una virtud o lo relacionaban con la castidad. Los efectos secundarios eran tan dañinos que los confesores llegaron a imponer como penitencia el dejar de comer barro a las damas más devotas.

Japonesas arreglándose
Resulta paradójico que el ideal de belleza estuviera basado en tener una piel súper blanca como símbolo de pureza, nobleza y salud, pero que, sin embargo, se alcanzara a través de esta práctica dañina para el propio cuerpo.
Las arcillas se preparaban con especias, perfumes y saborizantes para hacer que se parecieran a unos caramelos. Todo este cóctel, junto con los minerales de la arcilla, que además contenían sustancias con efectos similares a los de un narcótico suave, podía llegar a generar adicción.
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La escena de esta obra durante años se ha pensado que se trataba de agua. Sea lo que fuere, Velázquez plasma con fidelidad la obsesión estética, incluso de una niña de la realeza, por cumplir los estereotipos de la época.
Del Blanco Al bronceado
Hoy comer cerámica parece una locura, pero la obsesión por modificar el cuerpo y cumplir los ideales de belleza establecidos por la sociedad, sigue presente.
Antes era la palidez extrema, hoy es tener una piel bronceada, tonificada y sin imperfecciones. Aunque son métodos distintos la obsesión por encajar en lo ideal sigue viva con: dietas milagro, ayunos extremos, productos "detox" sin base científica, inyecciones, implantes, tratamientos agresivos, cirugías... procedimientos que pueden salir mal sin vuelta atrás y tener graves consecuencias para la salud, incluso la muerte.
No hay nada malo en querer verse bien ni en recurrir a ciertos retoques o tratamientos. El problema es cuando se busca la perfección (que no existe) y lleva el "para lucir, hay que sufrir" al pie de la letra, con tal de encajar en una sociedad prácticamente superficial.
Aunque hayan pasado los siglos y la sociedad sea completamente diferente, lo cierto es que de algún modo seguimos consumiendo "arcilla" con tal de encajar.





