La imagen de España en el exterior depende, en gran medida, del esfuerzo de nuestra política exterior y de nuestra diplomacia. En un momento crítico para el sector del turismo convendría que la ministra de Asuntos Exteriores, Arantxa González Laya, hiciera todos los esfuerzos posibles para explicar adecuadamente en el mundo el rigor con el que algunas comunidades autónomas están trabajando en la contención de la pandemia. No es de recibo que el Reino Unido haya endurecido sus criterios para los viajes de sus turistas a nuestro país y no haya recibido una respuesta contundente de España con alternativas viables.

La debilidad de nuestra diplomacia parece agudizarse en este crítico momento. Es fruto de una errática política exterior durante el mandato de Pedro Sánchez. Episodios como el encuentro con el mandatario Gibraltareño, el incomprensible viaje a Ankara de la ministra, las complicadas relaciones con Estados Unidos, los constantes fracasos a la hora de proponer a españoles para puestos de relevancia en organismos internacionales, son algunos síntomas recientes de una debilidad que afecta no solo a la imagen exterior de nuestro gobierno sino al tejido económico empresarial y social de España. Es hora de que se acabe la errática política internacional que nos está conduciendo a la irrelevancia.