Expertos alertan del verano más caro de la historia: "El cambio climático también tiene su coste"
Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas, señala el bucle que se produce con los precios en la hostelería y servicios vacacionales a raíz de los alimentos

Sandra Asenjo charla con Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas, para conocer qué es lo que más ha subido y dónde lo vamos a notar especialmente este año
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Alojarse, comer o simplemente desconectar sale más caro que nunca. Agosto ha llegado con temperaturas que abrasan, playas abarrotadas y un dato difícil de digerir: vivimos el verano más caro de la historia. Desde la factura de la luz hasta una cena en la costa, todo se ha encarecido. Y no solo es una sensación: el IPC adelantado de julio confirma un repunte del 2,7%, cuatro décimas más que el mes anterior. A pie de calle, los turistas lo notan con claridad. “Es casi más caro quedarse en el país que viajar fuera”, lamenta una familia desde Denia. En Canarias, otra visitante resume el sentir general: “Lo que te cobran es una barbaridad”.
En este contexto, la cadena COPE ha conversado con Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas, para entender qué está pasando exactamente con los precios y qué factores están detrás de este golpe al bolsillo estival. “Lo que cuesta salir a cenar o irse de vacaciones ahora es más caro que nunca en estos últimos tiempos”, resume el economista.
Suben los alimentos, sube todo
Más sobre la subida de precios
El alza de precios no se explica solo por la inflación energética o la factura de la luz. Aunque la electricidad ha sido una de las principales responsables del último repunte, Torres destaca que los alimentos no elaborados —como frutas, verduras o carne— se han encarecido un 7% interanual, una cifra que se traduce directamente en el coste de la cesta de la compra, tanto en casa como en los destinos turísticos.
Y aquí entra en juego un nuevo factor que hasta hace poco parecía ajeno a los precios: el cambio climático. “Los rendimientos agrícolas descienden”, explica Torres. “Esto también contribuye a encarecer lo que compramos a diario en nuestros destinos vacacionales”. La alteración de los ciclos productivos por las olas de calor, las sequías y fenómenos meteorológicos extremos encarece la base de nuestra alimentación. Y como consecuencia, se encarece también todo lo que se apoya en ella: desde la restauración hasta los servicios.

Aspecto de la estación de trenes en Barcelona Sants hoy, último día del mes de julio en una operación salida de vacaciones para la mayoría de españoles que disfrutan durante el mes de agosto del ansiado descanso estival
“Estamos ante un bucle. Si suben los precios de los alimentos, todo el mundo intenta recuperar poder adquisitivo, lo que a su vez encarece los servicios. Y esto vuelve a repercutir en los precios”, advierte Torres, alertando del círculo vicioso en el que ha entrado la economía del ocio y el turismo. En este contexto, añade, España mantiene un ritmo de crecimiento sólido —el más alto entre las grandes economías europeas—, pero eso no se está trasladando de forma homogénea al bolsillo de los ciudadanos.
La paradoja del crecimiento
“El nivel de vida no ha crecido tanto como lo ha hecho la economía”, reflexiona Torres. La razón, en parte, es demográfica: el crecimiento económico se ha visto empujado por la inmigración, lo que diluye las mejoras en términos per cápita. “Algunas familias lo han percibido, otras no, especialmente aquellas que necesitan acceder a una vivienda”, advierte. A su juicio, la vivienda sigue siendo el “punto débil de esta legislatura”, en contraposición con el dinamismo económico, que sí considera su mayor logro.
Mientras, los efectos de la geopolítica global también se hacen sentir. Las tensiones derivadas de la guerra en Ucrania o las fricciones comerciales con Estados Unidos han obligado a muchas empresas a reorganizar sus cadenas de producción, elevando aún más los costes.

Aeropuerto de Manises
Y es que este verano, lo que arde no son solo los bosques. También arde el bolsillo de los españoles. Las vacaciones, que durante años fueron el bálsamo del esfuerzo anual, se han convertido en un lujo que cada vez más familias deben planificar con meses de antelación. El turismo interno no escapa de esta lógica, y es ahí donde Torres lanza su advertencia más clara: “El cambio climático también tiene su coste”.