Excavaciones en Bernardos sacan a la luz una ‘vidriera prehistórica’ diseñada hace seis milenios y que sorprende a todos
El Proyecto Eresma Arqueológico ha descubierto en el dolmen de Santa Inés, en Bernardos (Segovia), una disposición intencionada de cuarzo blanco y pizarra que genera un efecto lumínico único durante el solsticio de invierno

(Foto de ARCHIVO)Vista cenital del yacimiento del Dolmen de Bernardos (Segovia).MUSEO DE SEGOVIA15/7/2024
Madrid - Publicado el
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El más reciente hallazgo del Proyecto Eresma Arqueológico, dirigido por el arqueólogo Raúl Martín Vela, ha dejado una huella de asombro en el ámbito científico. En el dolmen de Santa Inés, en la localidad segoviana de Bernardos, se ha identificado una compleja disposición de cascotes y bolos de cuarzo blanco, combinados con lajas de pizarra gris, que funcionan como una auténtica vidriera prehistórica.

El diseño no es fruto del azar. Los constructores neolíticos aprovecharon los juegos de luz al amanecer y al atardecer para dotar al monumento funerario de un carácter ritual y simbólico. Los estudios arqueoastronómicos realizados en colaboración con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) confirman que existió un plan arquitectónico deliberado para iluminar espacios concretos de la tumba, como el corredor que conduce a la cámara funeraria.
Esa luz penetra con precisión en el interior, generando un espectáculo visual que demuestra la intencionalidad astronómica de sus constructores hace 6.000 años.
Un ‘collar’ de luz que perdura todo el año
Las excavaciones, financiadas por el Ayuntamiento de Bernardos, han revelado que el fenómeno no se limita al corredor principal. El flanco oriental del dolmen está recubierto de cuarzo blanco en su totalidad, formando lo que los arqueólogos describen como un collar luminoso engarzado en la piedra. Este efecto se mantiene a lo largo de todo el año, reforzando el simbolismo del monumento funerario.
Este hallazgo amplía la comprensión sobre las capacidades técnicas y estéticas de las comunidades neolíticas del valle del Eresma, que demostraron una sorprendente sensibilidad hacia la luz y el paisaje.

Lejos de ser simples tumbas, estos dólmenes se erigen como auténticos centros de significado cultural y espiritual, en los que el ciclo solar quedaba integrado en la vida y la muerte de aquellas sociedades. La vidriera prehistórica de Santa Inés confirma que, además de arquitectura, estos pueblos desarrollaron un lenguaje simbólico sofisticado que unía a la comunidad con el cosmos.
Más allá del dolmen: un crómlech único y otros hallazgos
El descubrimiento de la vidriera se suma a otro hito extraordinario: el crómlech de Cantos Blancos, situado a apenas 600 metros del dolmen. Este monumento megalítico, único en Castilla y León, está compuesto por más de un centenar de menhires de cuarzo blanco, algunos de ellos cercanos a una tonelada, dispuestos en círculos y líneas ordenadas. Los arqueólogos consideran que pudo funcionar como un espacio de reunión comunitaria y de culto durante el Neolítico.
El proyecto también ha sacado a la luz hallazgos en otros enclaves del entorno. En La Peña del Moro, en Navas de Oro, se ha documentado un poblado superpuesto de la Edad del Bronce y los inicios de la Edad del Hierro. Allí se han encontrado pólenes fósiles de pino y una vasija con restos de pez, lo que sugiere un uso de la resina de los pinares hace 3.500 años, mucho antes de lo que se pensaba.
En el Cerro Tormejón, el equipo ha identificado una muralla vaccea de siete metros de anchura y casi dos metros de altura, probablemente vinculada a las campañas militares del siglo II a. C. Este hallazgo contribuye a esclarecer las dinámicas defensivas y territoriales de los pueblos prerromanos en la cuenca del Duero.
Un legado con proyección cultural
Los arqueólogos destacan que estos descubrimientos no solo enriquecen el conocimiento académico, sino que también tienen un impacto directo en el desarrollo del medio rural. Gracias a la implicación del Ayuntamiento de Bernardos, se han puesto en marcha iniciativas culturales que transforman los hallazgos en una fuente de dinamización local.
El equipo subraya que se está creando una red de consumo patrimonial que se mantiene viva durante todo el año, conectando a la comunidad con su propio pasado y ofreciendo oportunidades para el turismo cultural y sostenible.

La vidriera prehistórica de Santa Inés, junto con el crómlech y los demás enclaves excavados, abre una ventana única a la cosmovisión de los primeros agricultores y ganaderos de la zona. Se trata de testimonios que hablan de sociedades capaces de observar el cielo, manipular la materia y proyectar la luz con un sentido espiritual que, seis milenios después, sigue deslumbrando a quienes contemplan su legado.
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