Doce habitantes resisten en esta aldea de Ourense con un pasado industrial sorprendente: sus calles lo desvelan

Enclavada en la comarca de Carballiño, este pequeño pueblo gallego guarda entre sus calles y ruinas un pasado industrial que marcó su identidad durante siglos

Porto do Souto

Pablo Sánchez-Núñez, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Porto do Souto

Redacción TRECE

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Enclavado en el municipio de Piñor, dentro de la comarca de Carballiño (Ourense), Porto do Souto no es hoy más que una tranquila aldea con 12 vecinos. Sin embargo, entre sus ruinas y construcciones tradicionales se esconde la memoria de una industria del cuero que marcó profundamente su historia desde el siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XX. Un pasado que pocos conocen, pero que forma parte del legado cultural gallego.

Situada en plena Vía de la Plata del Camino de Santiago, y a pocos kilómetros del Monasterio de Oseira, esta aldea fue un ejemplo de cómo la actividad industrial y la vida rural se entrelazaban en Galicia. Hoy, quienes recorren esta ruta de peregrinación, apenas imaginan que en este lugar se producía cuero de forma artesanal, aprovechando el curso del río Silvaboa y los recursos naturales del entorno. El corazón de las curtidurías gallegas

El corazón de las curtidurías gallegas

El curtido de pieles fue la actividad principal de Porto do Souto durante más de dos siglos. El secreto del éxito de sus talleres estaba en la abundante presencia de roble, cuya corteza rica en taninos era fundamental para tratar las pieles. A la par que otras aldeas gallegas, Porto do Souto se convirtió en una “aldea-fábrica”, una rareza en la Galicia interior que simboliza el auge de un modelo económico hoy desaparecido.

Antiguas curtidurías de Porto do Souto

Pablo Sánchez-Núñez, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Antiguas curtidurías de Porto do Souto

Los métodos empleados eran puramente artesanales. Las pieles eran sometidas a un lento proceso de limpieza, secado y curado que podía durar semanas. Los trabajadores convivían con el olor penetrante del cuero, el sonido del agua en las pilas de piedra y el ritmo pausado de una producción tradicional que no conocía prisa.

Estas curtidurías no eran solo espacios de trabajo: eran centros neurálgicos de la comunidad, alrededor de los cuales se organizaba la vida de sus habitantes. Casas, almacenes, pequeños canales de agua y puentes se integraban en el paisaje, dando forma a un ecosistema industrial en miniatura.

El declive silencioso de una aldea con historia

La mecanización y la centralización de la industria textil provocaron el cierre progresivo de las curtidurías gallegas. Porto do Souto no fue una excepción. A lo largo del siglo XX, los talleres fueron cerrando y la población comenzó a emigrar en busca de nuevas oportunidades. Lo que fue un centro de producción rural, terminó convertido en un enclave semidespoblado, con restos de una actividad que definió la identidad del lugar.

Más tesoros del Patrimonio Nacional

Hoy, aún pueden verse las estructuras de piedra de las antiguas curtidurías, muchas en estado ruinoso, otras rehabilitadas parcialmente. Se conservan como testimonios silenciosos del esfuerzo y la resiliencia de generaciones de gallegos, y suponen un valioso patrimonio etnográfico para Galicia. La cercanía con otros puntos de interés cultural, como el Monasterio de Oseira, y con rutas turísticas como el Camino de Santiago, convierten a esta aldea en un lugar ideal para quienes buscan conocer el pasado más desconocido del rural gallego.

Porto do Souto representa una Galicia que desaparece, pero que todavía puede hablar al visitante atento. Es, en cierto modo, un pequeño museo al aire libre de la industria tradicional, un lugar donde cada piedra tiene algo que contar.

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