Se cumplen 43 años de la ordenación del Papa: en una significativa capilla junto al Vaticano
Robert Francis Prevost se ordenó en 1982 a sus 27 años en la Capilla de Santa Mónica, madre de San Agustín, que está al lado del Vaticano

Ordenación de Robert Prevost
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El primer Papa agustino de la historia se ordenó, como no podía ser de otra manera en la capilla de Santa Mónica, tal día como hoy hace 43 años. León XIV vive este jueves 19 de junio un día muy especial, el de su aniversario como sacerdote. La celebración corrió a cargo del arzobispo belga Jean Jadot, un hombre de confianza del papa San Juan Pablo II y que, en aquel momento, estaba al frente del Secretariado de los no cristianos, después de muchos años dedicados en países donde el catolicismo es casi irrelevante como Tailandia, Laos o Malasia. Un espíritu misionero que compartía con el Papa León.
La capilla de Santa Mónica en Roma se sitúa en el edificio de la orden de San Agustín, a donde el Papa acude a comer y a compartir momentos con sus compañeros de orden en varias ocasiones. El edificio de la orden está junto a la Plaza del Santo Oficio, la Plaza de San Pedro, al lado de una de las entradas fronterizas al Vaticano, la que está junto al Aula Pablo VI donde el Papa celebra algunas de sus audiencias y catequesis generales.
Francisco le nombró presbítero de la capilla en la que se ordenó
El Papa había entrado en la orden de San Agustín cinco años antes y, apenas tres años después se fue como misionero a Perú. A partir de ahí, el resto es historia, fue Prior General de los Agustinos, obispo de Chiclayo y, finalmente, creado cardenal por el Papa Francisco. 41 años después de ordenarse allí, Francisco le nombró cardenal presbítero de esa capilla de Santa Mónica.

Robert Prevost es nombrado cardenal por Francisco
El pasado 31 de mayo el Papa presidió la ordenación de varios sacerdotes y, en la homilía, pronunció estas bonitas palabras: " Queridos ordenandos — había dicho el Pontífice —, ¡imagínense a la manera de Jesús! Ser de Dios — siervos de Dios, pueblo de Dios — nos une a la tierra: no a un mundo ideal, sino al mundo real. Como Jesús, quienes el Padre pone en su camino son personas de carne y hueso. Conságrense a ellos, sin separarse, sin aislarse, sin hacer del don recibido una especie de privilegio… ¡De hecho, el amor de Cristo nos posee, queridos hermanos y hermanas! Es una posesión que libera y nos permite no poseer a nadie. Liberar, no poseer. Pertenecemos a Dios: no hay riqueza mayor que apreciar y compartir. Es la única riqueza que, al compartirse, se multiplica".