Un antropólogo explica la frase que los hijos escuchan en casa y genera violencia: "Los niños lo interiorizan"

Francisco Giménez Bautista, profesor de la Universidad de Granada, es el autor de un estudio sobre los condicionantes externos que hacen que el ser humano sea violento

Una niña molesta aprieta su osito de peluche mientras se ve triste y deprimida mientras sus padres discuten de fondo
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Poniendo las Calles

Carlos Moreno 'El Pulpo' entrevista a Francisco Giménez Bautista, geógrafo, antropólogo y profesor de la Universidad de Granada

José Manuel Nieto

Publicado el

3 min lectura

En un mundo donde la violencia y la agresión son preocupaciones crecientes, Francisco Giménez Bautista, antropólogo y profesor de la Universidad de Granada, ha arrojado luz sobre el impacto de la comunicación familiar en el comportamiento de los niños. En su intervención en Poniendo las Calles, explora cómo ciertas frases y conversaciones cotidianas en el hogar pueden interiorizarse en la mente infantil.

Giménez Bautista enfatiza que el hogar es el primer espacio de socialización para los niños. Es aquí donde comienzan a formar su visión del mundo, y las palabras de sus padres juegan un papel crucial. "Lo primero que los padres deben hacer es no externalizar dificultades y problemas", subraya el antropólogo.

Expresiones como "no llegamos a final de mes" o "tenemos problemas económicos" no solo reflejan la realidad de los adultos, sino que pueden generar en los niños una percepción distorsionada de la vida y de las relaciones sociales. Los pequeños son esponjas que absorben lo que les rodea.

Una niña usa una tableta digital mientras sus padres discuten

Alamy Stock Photo

Una niña usa una tableta digital mientras sus padres discuten

Cuando escuchan conversaciones sobre corrupción política, problemas económicos o la llegada de inmigrantes, estos mensajes pueden quedar grabados en su mente. "Los niños suelen interiorizar estas conversaciones en cierta medida", añade Giménez Bautista, advirtiendo que estas frases pueden fomentar actitudes de desconfianza, miedo y, en última instancia, violencia.

La frase que los hijos escuchan

El antropólogo apunta que la violencia puede ser una respuesta aprendida, y los mensajes que los niños escuchan en casa son un factor determinante en este proceso. Frases como "los políticos roban el dinero" o "no hay que pagar impuestos" pueden contribuir a un sentido de frustración y desconfianza hacia las autoridades y la sociedad.

Además, Giménez Bautista destaca que el diálogo abierto es esencial para contrarrestar estos efectos negativos. "Hay que dialogar con los niños, preguntarles qué trabajo han hecho, en qué les puedes ayudar", enfatiza. Promover una comunicación positiva les ayudará a desarrollar una mentalidad más constructiva y a sentirse apoyados en su entorno.

El estudio de Giménez Bautista también pone énfasis en la adolescencia, un periodo que considera especialmente conflictivo. Entre los 12 y los 16 años, los jóvenes pueden ser más susceptibles a las influencias externas, incluidas las de sus pares y la cultura de la droga. "Es crucial dedicar más tiempo a los hijos durante estos años", advierte.

Una adolescente que parece harta mientras sus padres discuten

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Una adolescente que parece harta mientras sus padres discuten

La inversión de tiempo en la infancia no solo se traduce en un mejor comportamiento, sino que también sienta las bases para un futuro más estable y saludable. "El padre que no dedica tiempo a un hijo en la infancia, su vida será un tormento en el futuro", sentencia el antropólogo, recordando a los padres la importancia de su papel en la vida de sus hijos.

Genera violencia

Para promover un ambiente familiar saludable, Giménez Bautista sugiere varias estrategias. En primer lugar, los padres deben ser conscientes de su lenguaje y el tipo de conversaciones que mantienen en presencia de sus hijos. Fomentar un discurso positivo y constructivo, así como abordar las dificultades económicas con un enfoque de solución en lugar de queja, puede hacer una gran diferencia.

Además, es vital involucrar a los niños en actividades que estimulen su desarrollo emocional y social, como el deporte o el arte. Estas experiencias no solo les ofrecen herramientas para manejar sus emociones, sino que también les enseñan a trabajar en equipo y a valorar la diversidad.

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