La Justicia que nace del Evangelio: más allá de la Ley
En el Jubileo de los Operadores de Justicia celebrado hace unos días se ponía de manifiesto que la justicia no debe limitarse a la aplicación fría de la ley, sino que debe estar siempre acompañada de la caridad y la misericordia. Mario Alcudia reflexiona sobre cómo la justicia cristiana ha de buscar el bien común, la dignidad de la persona y la reconciliación, inspirándose en el ejemplo de Cristo, que une verdad y amor. La Iglesia invita a vivir una justicia que va más allá de lo legal, poniendo en el centro a los más débiles y promoviendo la restauración y el perdón

LA JUSTICIA QUE NACE DEL EVANGELIO: MÁS ALLÁ DE LA LEY | FIRMA MARIO ALCUDIA
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En nuestros días, la palabra justicia resuena con fuerza en los medios, en los tribunales y en las conversaciones cotidianas. Pero deberíamos preguntarnos qué significa realmente ser justos.
El Papa León XIV, hace unos días, durante el Jubileo de los Trabajadores por la Justicia, recordaba que la justicia no puede reducirse a la simple aplicación de la ley ni limitarse a los aspectos procedimentales. Se trata, decía, de una virtud cardinal, una disposición firme y estable que orienta nuestra conducta según la razón y la fe. Es, en definitiva, la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. Pero, sobre todo, es el instrumento clave para construir el bien común, porque en ella se unen la dignidad de la persona, la relación con el otro y la dimensión comunitaria.
La Iglesia nos invita a mirar la justicia desde una perspectiva profunda; la que no se queda en la letra, sino que busca el espíritu; al que se vive a la luz del amor, la que busca el bien del otro, la que se deja iluminar por la verdad.
Bien sabemos que Cristo es el modelo del hombre justo, y es por eso que nuestra justicia debe ser imagen de Dios, armonía entre el hombre y el Creador. Los católicos estamos llamados a ser testigos de esa justicia que aspira a lo máximo: la reconciliación, la restauración, la dignidad de cada persona. Aquella que no se cansa de perdonar, que busca reparar el daño y que pone en el centro a los más débiles y excluidos. Se trata, en definitiva, de buscar la verdad, pero sin perder de vista la misericordia. Aplicarla sí pero sin olvidar el rostro humano de quienes la reciben. Solo así, la justicia dejará de ser algo abstracto y podrá convertirse en un camino de esperanza.