Prepara a perros guía durante más de un año y se emociona al recordar un detalle sobre ellos: "A pesar del dolor de la separación, vale la pena"

El vínculo entre ciegos y perros guía, y el papel esencial de las familias educadoras

Pilar Gracía Muñiz con Laura y Kechak
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El papel esencial de las familias educadoras

Lorena Costa

Publicado el

3 min lectura

A los cinco años, una operación de miopía privó a Teresa de la visión para siempre. La calle se convirtió en un territorio hostil. Escaleras, bordillos, obras y vallas pasaron a ser obstáculos constantes. Hasta que conoció a Fritz. “Hay un antes y un después de tener un perro guía”, resume Teresa en ‘La Tarde’. Fritz fue el primero, luego llegaron Brice, Gastón, Vince y Brigitte. Cinco compañeros de vida que, como dice ella misma, “han marcado mi vida”.

Brigitte, su última perra guía, falleció el pasado 1 de mayo. Desde entonces, Teresa, de 71 años, ha vuelto a depender del bastón. Para ella es un retroceso. “El perro guía forma parte de tu identidad porque te entiende mejor que nadie. Eso da fuerza, da energía, da seguridad”, afirma. Y es que estos animales no son solo una herramienta de movilidad, sino una fuente de compañía, autoestima e independencia.

El proceso para recibir un nuevo perro guía es largo. “Se nos hacen exámenes médicos, psicológicos, entrevistas sociales y prácticas de movilidad”, explica Teresa. Todo ello para encontrar el perro más adecuado. Sin embargo, la espera puede alargarse hasta un año, debido a la alta demanda y al riguroso adiestramiento que requiere cada animal.

La labor de las familias voluntarias

En el estudio también estaba Kechak, una labradora negra en formación con su característico chaleco amarillo. Es el sexto perro que educa Laura, su familia de acogida. “Kechak tiene ahora ocho meses, está en la mitad de su formación”, contaba. El vínculo es fuerte, aunque efímero. “Yo echo de menos a todos mis perros todos los días”, confesaba Laura. Pero añade con orgullo: “Están por toda España iluminando la vida de otras personas”.

El programa Educa a un cachorro, gestionado por la Fundación ONCE del Perro Guía, busca familias como la de Laura para criar a estos cachorros desde las ocho semanas hasta los 13 o 14 meses. “Nos dan formación y cubren todos los gastos: comida, veterinario...”, asegura.

El objetivo es claro: socializar al perro, acostumbrarlo a todos los entornos posibles. “Mis perros están conmigo 24 horas al día. No se pueden quedar solos porque tienen que aprender a convivir y a comportarse en cualquier lugar”, explica Laura. Desde cines hasta transporte público, los futuros perros guía deben estar preparados para acompañar a sus futuros dueños en todo momento.

Pilar García Muñiz con Laura y Kechak

Pilar García Muñiz con Laura y Kechak

El requisito para ser familia Educadora

Laura recuerda que al principio dudó en apuntarse al programa. “Creía que esto lo hacía gente extraordinaria. Pero no, solo te piden que seas una familia normal y que cuides al cachorro. Te ayudan durante todo el proceso”. De hecho, asegura que no hay un perfil cerrado: “Hay familias con niños, sin niños, monoparentales… Lo importante es que vivas una vida activa, que uses transporte público y no dejes solo al perro”.

Lo más duro, reconoce, es la despedida. “Están contigo un año y luego se van. Claro que cuesta, pero es una experiencia muy positiva. Ellos se marchan para cumplir una misión, y eso compensa todo”.

Obedencia e inteligencia

Laura destaca que un buen perro guía necesita tres cualidades esenciales: obediencia, flexibilidad y lo que se llama “desobediencia inteligente”. “Si la persona le dice que avance pero hay una zanja, tiene que desobedecer para protegerla. Esa capacidad de decisión es crucial”.

Las razas más habituales son los labradores, como Kechak, pero también los pastores alemanes. “Los labradores son simpáticos, se adaptan bien y son bien recibidos. Los pastores son más protectores e igual de inteligentes”, dice Laura, que ha educado perros de ambas razas.

Los educadores cambian vidas

Teresa no quiso terminar sin enviar un mensaje a las familias como la de Laura: “El trabajo que hacen va por debajo del adiestramiento toda la vida del perro. Son imprescindibles. Mi agradecimiento inmenso”.

Por su parte, Laura se sumó al llamamiento: “Hay que intentarlo. Todas las familias que conozco que lo han hecho son felices. A pesar del dolor de la separación, vale la pena”.

Cada perro guía es una oportunidad de vida. Para personas como Teresa, representa libertad, dignidad, y una nueva forma de ver —y moverse— por el mundo. Por eso, formar parte de su camino, aunque sea durante un año, es un gesto de humanidad inmenso.

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