La foto de Fernando de Haro: "¿Hay algún hijo que merece ser querido más que su hijo?"

Foto de una madre que enseña el retrato de su hijo. La vieja tiene la piel del color de los dátiles, los pómulos todavía firmes, el tabique de la nariz hundido, las cejas estrechas y bien dibujadas. La vieja tiene la cabeza cubierta con un gorro rojo de lana y unos ojillos que destellan con una pregunta silenciosa. La vieja está retratada en una casa de barro sin cocer, en medio de un pasillo profundo solo iluminado por su rostro. La vieja, con unos dedos como lombrices, dedos con las uñas cortas sostiene frente a la cámara el retrato de uno de sus hijos. La imagen, enmarcada con madera noble, es un dibujo tosco de la cara del muchacho sobre un fondo del color azul de los buenos colegios en los que no ha estado. Debajo del cuello segado por la hoz del dibujante su nombre con dos apellidos: Apolinar Silgado Ruiz. La nariz y las cejas de Apolinar se unen y parecen una palmera. Será la forma de la frente, la contundencia de la mirada o el cariño del que mira, pero el caso es que Apolinar se parece a su madre la señora Ruiz. Apolinar anda en el campo o hablándole a una moza o con los amigos gastándose la paga de una semana, o en la habitación de al lado durmiendo la mona o en el seminario estudiando la mona. Apolinar puede ser un vago redomado, uno de esos vagos redomados simpáticos, o uno de esos chicos laborisos, antipáticos y siempre enfadados. Apolinar puede ser víctima de una guerrilla o el capo de una mafia de narcos. En realidad tanto da. La vieja, la señora Ruiz, sostiene su retrato frente a la cámara y con sus ojillos pregunta si alguien ha conocido a alguien más guapo que su hijo que es como preguntar si hay algún hijo que merece ser querido más que su hijo.