¿Está el arte contemporáneo suficientemente protegido? Las claves de la vigilancia en los museos de España

Ha vuelto a pasar. Un turista, en su afán por conseguir una fotografía llamativa, ha destruido una obra de arte. Esta vez el escenario fue la Galería de Arte del Palacio Maffei de Verona, Italia, donde un visitante rompió la conocida silla “Van Gogh”, una pieza del diseñador italiano Nicola Bolla cubierta con miles de cristales Swarovski y valorada en más de 40.000 euros.

El incidente, ampliamente difundido en redes sociales, ha puesto sobre la mesa varias preguntas incómodas: ¿Están realmente protegidas las obras de arte contemporáneo? ¿Comprenden los turistas el valor —más allá del monetario— de lo que tienen frente a sus ojos? ¿Son suficientes las medidas de seguridad en los museos?

ESTO pasa con EL arte contemporáneo

Para entender mejor esta problemática, el programa La Tarde ha hablado con Antonio Manzano, director de seguridad del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, quien ha explicado que si bien no es común que los visitantes dañen obras de arte, sí existen ciertos patrones preocupantes, especialmente en exposiciones contemporáneas.

“No, no es lo habitual”, afirmó Manzano. “Pero sí que en composiciones de arte contemporáneo […] los visitantes interactúan de una manera que ellos creen que pueden, pero no se puede actuar contra las obras”.

El experto señala que muchas instalaciones de arte moderno generan confusión en el visitante, quien no siempre es consciente de que está ante una obra frágil y valiosa. “Dudan qué es”, reconoce Manzano, en referencia a esas piezas que parecen casi utilitarias pero que, en realidad, forman parte del discurso artístico.

Vigilancia y tecnología, los pilares de la seguridad  

Sobre las medidas de seguridad concretas que se toman en museos como el Thyssen, Manzano explicó que cuentan con vigilancia humana y electrónica: “Tenemos un vigilante por cada dos salas, además del sistema de videovigilancia”. Esta tecnología está constantemente supervisada por personal que se asegura de que el flujo de visitantes sea seguro y respetuoso con las obras.

Los protocolos, sin embargo, deben combinar seguridad con accesibilidad: “Lo que más tenemos que guardar y preservar es lo que exponemos al público”, dijo Manzano. “El vigilante tiene que estar pendiente, pero también queremos que los visitantes disfruten y estén en un ambiente agradable”.

En lugar de barreras físicas, en el Thyssen han optado por señales visuales en el suelo que delimitan la distancia mínima a respetar frente a las obras. “Antes teníamos catenarias, pero eran quizá más peligrosas que no tener nada”, explicó.

Sentido común y formación especializada  

La actitud del visitante es clave. Aunque los incidentes son la excepción, Manzano subraya que “la mayoría de las personas que vienen a los museos son gente que quiere ver lo que hay y acatan bastante bien las normas”.

Para evitar problemas, el museo apuesta también por personal con formación específica. “Pedimos un perfil en historia del arte, en fotografía, en humanidades, algo relacionado”, dijo. La idea es que quienes cuidan las salas entiendan y valoren el arte que protegen, y que puedan interactuar mejor con el público.

En cuanto a los robos, Manzano aseguró que aunque son considerados en los análisis de riesgo, “es algo difícil”. Las obras grandes suelen tener un tamaño y peso que dificultan su traslado, y las pequeñas están “ancladas o adheridas de forma segura a la pared”.

Una foto que salió cara  

El caso de la silla “Van Gogh” en Verona es un recordatorio de que el patrimonio cultural no solo necesita protección física, sino también conciencia social. Como resumió el presentador del programa, “sentido común, ¿verdad? Lo que pasa es que, bueno, a veces hay gente que quiere esa fotografía o, simplemente, por hacer la gracia… y fíjate cómo ha terminado la cosa”.

Mientras tanto, museos como el Thyssen siguen trabajando en encontrar el equilibrio entre la seguridad, la accesibilidad y la experiencia del visitante.