

"¿Podemos permitirnos prescindir de la tecnología de China sin quedarnos atrás? Es una buena pregunta"
La directora de La Tarde habla de los contratos que el Ministerio de Interior ha firmado con Huawei y de la advertencia de Washington de revisar el intercambio de inteligencia con España
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El Ministerio del Interior ha firmado varios contratos con Huawei. No es la primera vez que España o cualquier otro país europeo trabaja con empresas tecnológicas chinas, pero esta vez el eco ha sido mayor y no es casualidad. El escándalo ha estallado porque esos contratos no se limitan a simples dispositivos, incluyen asesoría tecnológica, almacenamiento de datos y servidores, es decir, partes sensibles del sistema digital del Estado.
Y aquí entra el verdadero problema. Estados Unidos ha levantado la mano y con bastante contundencia, advirtiendo que la información confidencial de aliados de la OTAN podría acabar en manos del gobierno chino. De inmediato, Washington ha insinuado incluso que podría revisar el intercambio de inteligencia con España si estos contratos continúan adelante.
Pero esto, claro, no es solamente una cuestión de seguridad, es también un episodio más de la guerra económica entre Estados Unidos y China. Washington intenta por todos los medios frenar la expansión tecnológica del gigante asiático y España, sin quererlo o quizás sin medir bien, se ha metido en el centro de ese tablero geopolítico. El gobierno español niega brechas de seguridad. Dice que los datos están completamente protegidos. Pero la preocupación no viene exclusivamente de Estados Unidos. Desde Bruselas, la Comisión Europea lleva tiempo alertando sobre los riesgos de depender de empresas chinas en sectores estratégicos.
Huawei no es una ONG, opera bajo un sistema donde el gobierno chino tiene capacidad directa de control sobre sus compañías privadas. Y ahora llegamos al fondo del asunto. Llevamos décadas fabricando fuera en China, para ser exactos. Era más barato, más rápido, más cómodo. También Europa apostó por deslocalizar y hoy dependemos tecnológicamente de un país que no comparte ni nuestros valores ni nuestras reglas de juego. Huawei no llegó hasta aquí por casualidad, llegó porque Occidente le abrió la puerta, porque no supimos prever las consecuencias a largo plazo. Y ahora con esa dependencia encima se nos plantea la gran pregunta: ¿Podemos permitirnos prescindir de esta tecnología sin quedarnos atrás?
Es la reflexión que lanzaba esta mañana en Herrera en COPE, Miguel Otero, que es investigador del Real Instituto Elcano. Al final, mucho de nuestro sistema de comunicación en muchos de los países de la Unión Europea tiene elementos chinos. Este es un debate ya desde hace años. La pregunta aquí es que, ¿qué se hace ahora? ¿Se elimina cualquier elemento compañías chinas de la red de telecomunicaciones nuestras? Porque las empresas de telecomunicaciones nos dicen que eso es un coste enorme. ¿Quién va a asumir ese coste?
Es una cuestión de equilibrios. Europa quiere recuperar su autonomía tecnológica, pero hacerlo de un día para otro es imposible. Y mientras tanto, cada decisión, como este contrato con Huawei, se convierte en un punto de tensión entre seguridad, intereses económicos y autonomía estratégica. El reto no es menor. El reloj político corre y la tecnología, como casi siempre, no espera a nadie