La foto: "Creemos caminar solos por los caminos no asfaltados y nos precede siempre un pueblo"

Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto que me ha llamado la atención la he visto en la Vanguardia. Es la imagen de una plaza de París, una plaza muy conocida, con un arco muy conocido también, el arco de triunfo. Pero en esta foto no se ve ni la corona de laurel, ni la señora en cueros que la acompaña, ni la el triunfo, ni la resistencia, con su caballo alado ni las figuras que representan la paz. Sobre el arco cae una cascada de tela azul plateada, una tela pálida que vela todas las victorias. Solo se ve el vano entre la piedra. El arco de triunfo ha quedado así convertido en el marco de un cielo algo encapotado. UN cielo en el que juguetean nubes blancas y traviesas que se olvidan de su trabajo a ratos y dejan pasar lo que queda del verano. El señor Napoleón, que no era tan bajito como decían, hizo levantar el monumento para los que venían de una gran batalla en la que vieron morir a muchos de los suyos a manos de los rusos y de los austriacos. Estaba los soldados franceses fatigados, desesperanzados, con las casacas manchadas con la sangre de los amigos y el polvo de muchos caminos, con las cabezas pobladas de la mucha desesperanza que da morir lejos de su casa. Y el señor Napoleón les prometió arcadas de piedra para celebrar su gloria cuando volvieran a París. Y así fue, y los soldados fueron fieros cuando se disipó la niebla, ganaron la batalla y al llegar a la capital francesa fue el apoteosis, y la victoria fue definitiva al volver a abrazar a las amadas esposas. Victoria, apoteosis, desfile bajo el arco. ¿Y después? Después ese cielo encapotado, ese cielo triste que dejan los sueños largamente perseguidos cuando se alcanzan, las batallas largamente luchadas que se ganan. Un cielo encapotado con el color de la insuficiencia.