
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto de hoy es de un francés que se llama Lartigué. En Madrid se exponen algunas de sus obras. En este caso el retrato tiene un color pálido, como el de un cuadro al pastel. Dos grandes ventanales que hacen esquina se abren hacia una bahía y un mar vaporoso, un mar más gris que azul invade la escena. Una luz intensa, de verano, entra por la izquierda y quema una butaca de época. La butaca está junto a una mesa cubierta con un mantel blanco, de hilo fino, hilo de Holanda. Junto a dos tazas de loza delicada, una tetera de metal y dos jarrones con media docena de claveles. Los claveles parecen que quieren escapar y salpican de besos rojos la quietud del salón. Una joven con brazos finos y un traje vaporoso y con mangas muy anchas está sentada frente al mar, a la mesa, delante de una de las tazas. No se le ve la cara porque se cubre con un sombrero de caña trenzada, un sombrero ancho que le llega casi a la barbilla. Allí está la joven lejos de las habitaciones pequeñas del mundo en las que la luz entra con dificultad, lejos de las habitaciones pequeñas en las que la gente se grita y se hace daño, lejos de la pena y de la soledad. Allí está la joven, en silencio, mirando el agua y el horizonte, conmovida, alegre, como si la hubiesen colocado en ese sitio en el preciso momento en el que el que se hace la foto. Allí está la joven, atenta, sin más emoción y sin más pensamiento que el que viene de fuera y de dentro. Allí esta la joven sin más deseo que ver lo que mira y que entender lo que le alcanza.