El genio que descifra Enigma y cambia la historia: el trágico destino de Alan Turing
Su crucial trabajo en Bletchley Park acortó la Segunda Guerra Mundial, pero su vida privada le llevó a una condena que marcó su injusto y prematuro final

Alan Turing
Málaga - Publicado el
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En la primera mitad del siglo XX, dos carreras definieron la historia: ganar la guerra y enseñar a pensar a las máquinas. En medio de ambas emerge la figura de Alan Turing, un matemático tímido que cambió la historia por dos vías. Por un lado, lideró el equipo que descifró los códigos secretos nazis de la máquina Enigma, en una verdadera guerra contra el reloj para proteger los suministros vitales de Gran Bretaña. Por otro, puso los cimientos de la computadora moderna, un legado que perdura en cada dispositivo digital actual.
El excéntrico genio de Bletchley Park
Antes de la guerra, Alan Turing ya era considerado un prodigio. Descrito como un genio despistado y algo excéntrico, con su bicicleta y su abrigo varias tallas más grande, su brillantez no pasaba desapercibida. En 1936, un artículo suyo planteaba una pregunta fundamental que se convertiría en su obsesión: "¿Qué problemas se pueden resolver mecánicamente siguiendo reglas y cuáles no?". Esta cuestión sobre los límites de lo computable llamó la atención del gobierno británico, que lo reclutó para un centro secreto de descifrado: Bletchley Park.
Esta mansión, con aspecto de internado caro, era en realidad una fábrica de genios. Allí se reunieron lingüistas, ajedrecistas, criptógrafos e ingenieros, un conjunto de mentes brillantes con Turing a la cabeza. Su misión era hacer frente a Enigma, el sistema de cifrado nazi que parecía impenetrable.
Qué problemas se pueden resolver mecánicamente siguiendo reglas y cuáles no"
Matemático
Enigma y la máquina para todo
La máquina Enigma era una joya de la tecnología nazi. No solo encriptaba una letra en otra, sino que el código variaba con cada pulsación y, además, se implementaba una clave nueva cada día, generando millones de combinaciones posibles. Como describió el experto Guillermo Díaz, "tú pulsabas una A y de pronto te salía una Q, pero la segunda vez que pulsabas una A, no te salía una Q". Esto convertía su descifrado en una auténtica pesadilla.

La máquina Enigma
Fueron tres matemáticos polacos quienes inicialmente descubrieron el mecanismo de Enigma. Sin embargo, fue en Bletchley Park donde Turing recogió su trabajo y lideró la construcción de las máquinas 'bomba'. Estas protocomputadoras probaban hipótesis a gran velocidad, explotando patrones humanos inevitables en los mensajes, como los saludos. Turing entendió que Enigma no era un enigma para lingüistas, sino para matemáticos, y aplicó un ingenio sin precedentes para resolverlo.
Paralelamente, Turing conceptualizó la idea de una máquina universal, el nacimiento teórico del ordenador moderno: un único hardware capaz de obedecer a cualquier software. Años más tarde, cansado del debate sobre si las máquinas podían pensar, propuso el "juego de la imitación" o Test de Turing. Su provocadora idea era simple: "Si conversas por escrito con alguien y no puedes distinguir si es humano o no, ¿no será que a efectos prácticos piensa?". Este test medía la competencia conversacional frente a otros como el de 'Blade Runner', que se centraba en la empatía.
Si conversas por escrito con alguien y no puedes distinguir si es humano o no, ¿no será que a efectos prácticos piensa?"
Matemático
El trágico final y un legado eterno
El descifrado de Enigma, conocido como proyecto Ultra, fue decisivo. Permitió proteger convoyes y anticipar movimientos de tropas, acortando la guerra y salvando incontables vidas. Sin embargo, los aliados se enfrentaron a un dilema atroz: debían dejar pasar algunos ataques menores para no revelar su secreto. Para ello, a menudo creaban coartadas, como enviar un avión espía, para justificar su conocimiento previo sin delatar que habían roto el código.

Fotograma de la película "Enigma"
A pesar de su contribución heroica, en 1952, el mismo Estado que había protegido lo sentó en el banquillo por "indecencia grave" debido a su homosexualidad. Le dieron a elegir entre la cárcel y la castración química. Turing eligió el tratamiento hormonal, que destrozó su salud física y mental. En 1954, apareció muerto con 41 años junto a una manzana con cianuro, en un suceso que oficialmente se consideró un suicidio pero que sigue envuelto en la sombra de la injusticia.
Décadas después llegaron los perdones póstumos y los homenajes, pero la deuda con Turing es incalculable. Aunque Steve Jobs negara que el logo de Apple fuera un tributo, el legado de Alan Turing opera en silencio cada vez que un móvil cifra un mensaje o una inteligencia artificial nos responde. Vivimos en un mundo que él ayudó a construir, y su historia es el recordatorio de una luz brillante que fue cruelmente apagada.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.



