“Solo en el año 1990 la violencia del narcotráfico generó casi 4.700 muertes violentas en Colombia. Muchos de aquellos muertos eran agentes de policía, a los que Pablo Escobar había puesto precio... 100 dólares por cada agente muerto”, asegura Peña en el libro 'Caza al Hombre. Cómo atrapamos a Pablo Escobar', de la editorial Península.
El agente de la DEA, Javier Peña, en una imagen reciente
Cuando Adolfo Arjona le pregunta si alguna vez sintió miedo en aquellos largos cinco largos en los que su objetivo era detener a Escobar, el agente Peña se sincera: “Sí, claro. Nos enteramos de que por la muerte de mi compañero Steve Murphy y por la mía, Pablo Escobar pagaba 300.000 dólares, que era mucho dinero de entonces. Es como si actualmente habláramos de un millón de dólares. Él sabía que dos agentes de la DEA andaba apoyando al Bloque de Búsqueda que lo perseguía. Me tuve que mudar dos veces de mi apartamento porque los sicarios de Escobar andaban detrás de mí”.
EL NEGOCIO DE PABLO ESCOBAR
Hablamos de unos años en los que el 80% de la cocaína mundial procedía de Colombia. Se elaboraba a partir de las hojas y la pasta de coca que salían de Perú y Bolivia. De acuerdo con los datos de la Inteligencia Antidrogas de la DEA, la producción y distribución de cocaína había crecido un 11%. A comienzos de 1984 el precio por kilo de cocaína era de 16.000 dólares en el sur de Florida y de 30.000 dólares en Nueva York.
Atentado contra un coronel de la Policía Nacional de Colombia
La droga movía miles de millones de dólares al año y el grupo de narcotraficantes más poderoso del mundo era el cartel de Medellín. Al frente se encontraba Pablo Escobar, un hombre que comenzó una auténtica guerra en Colombia cuando el presidente Virgilio Barco decidió cambiar las leyes.
A PABLO ESCOBAR LE ATERRORIZABA LA EXTRADICIÓN
En 1984 los cargos electos debatieron un tratado que permitiría al Gobierno de Colombia extraditar a cualquier ciudadano, incluso si solo era sospechoso de un delito, para que fuera juzgado en Estados Unidos. El líder del cartel de Medellín sabía que si lo detenían y lo extraditaban, jamás podría comprar voluntades como llevaba años haciendo. En Colombia había comprado a políticos, policías, periodistas, abogados y jueces. De la misma forma que los había matado cuando ya no 'cumplían' su voluntad. En Estados Unidos las cosas serían diferentes y por eso prefirió morir que ser extraditado.