Antonio Herraiz: "La prudencia en España tiene que ser la mejor respuesta al coronavirus"
El comunicador de COPE analiza la actualidad política de hoy

Madrid - Publicado el - Actualizado
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Se cumple una semana de la alerta desatada en la ciudad china de Wuham por la aparición de un nuevo coronavirus, origen de una potente neumonía. En todo el país, han muerto 170 personas y más de 7.700 están infectadas por el coronavirus.
En España, la preocupación sigue centrada en la veintena de españoles que todavía sigue en Wuham. Exteriores tiene que confirmar cuándo va a ser el regreso aunque todo apunta a que será inminente. Una vez aquí permanecerán en cuartentena durante 14 días en el hospital Gómez Ulla de Madrid.
Quien está ya en España es Miguel Díaz-Cordovés. Es un joven ingeniero de 29 años que ha llegado en las últimas horas desde China. Ha estado trabajando en la ciudad de Taicang, cercana a Shangai y relativamente próxima a Wuham, epicentro del coronavirus. Miguel no tiene ningún síntoma, está estupendamente, pero su empresa, como medida de precaución le ha impuesto una cuartentena de 14 días. Durante dos semanas no puede salir de casa y va a seguir con su tarea habitual a través del teletrabajo. Este ingeniero ha contado en MEDIODÍA COPE que las ciudades próximas a Wuham están vacías y que a su vuelta, los controles eran muy exhaustivos en China, no a su llegada a España: “En China, tanto en la fábrica donde trabajamos como en el hotel y de camino al hotel nos tomaban la temperatura, incluso en un control de carretera nos pararon y nos tomaron la temperatura. Y en el aeropuerto, por su puesto también, con cámaras térmicas. Y en nuestra escala, que la hicimos en Dubai, también a la salida del avión nos tomaron la temperatura. En España, es el único aeropuerto en que la verdad no nos hicieron ningún control, por lo menos que sepamos”.
Ya decimos que los españoles que siguen en Wuham tienen ya preparadas las maletas y volarán en las próximas horas a España.
La actualidad pasa también en este jueves por las protestas de las gentes del campo. Exigen precios justos. Que en un litro de aceite no hay diferencias de cerca de un euro entre el coste de producción y lo que reciben los olivareros. Es sólo un ejemplo que se puede aplicar a cualquier producto agrícola. Y a esto se suma la subida del salario mínimo a 950 euros al que no pueden acceder pequeños autónomos que contratan personal para campañas determinadas.
Los agricultores son un colectivo que no hay que dejar de lado, sobre todo cuando a algunos se les llena la boca cuando hablan del medio rural y de la despoblación. Si queremos que nuestros pueblos no mueran del todo, hay que escuchar a las gentes del campo.



