Diego Garrocho: "Nuestra condición falible no es una invitación al conformismo, sino un impulso para intentar ser un poco mejores"

El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, sostiene que el error humano, como el de Morata, revela nuestra falibilidad y deseo constante de superación

Diego Garrocho
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Diego Garrocho sostiene que el error humano, como el de Morata, revela nuestra falibilidad

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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¿Por qué decimos que es errar es humano? Ayer fue un día singular para el deporte y para el espectáculo. Vamos a empezar por ahí. En apenas unas horas vimos cómo Carlos Alcaraz lograba ganar su segundo Roland Garros y asistimos a una tarde gloriosa de Morante de la Puebla en Las Ventas. También fuimos testigos de la derrota de España ante Portugal en la final de la Liga de Naciones. Nada mal para un domingo por la tarde. 

Podríamos centrarnos en los atributos del tenista murciano, un héroe casi invencible, o en la sensibilidad superlativa del matador de la Puebla del Río. Pero para responder a tu pregunta, creo que la enseñanza más extraordinaria se encuentra en el error de Morata, en ese fallo casi previsible de un delantero que, con su fallo, apagó la esperanza de un equipo y casi la de todo un país. No pretendo señalar a Morata, que tuvo el valor de lanzar el penalti, sino rescatar la profunda humanidad que habita en su fallo. San Agustín acuñó una frase que, siglos después, casi se habría convertido en un lema. Si fallor sum, si me equivoco, entonces existo. Una sentencia que nos recuerda que la naturaleza humana es falible, imperfecta y muchas veces torpe

Habrá quien diga que todos los animales pueden fallar, y es cierto que otras especies también se resbalan, se caen o que incluso cometen errores, pero el ser humano tiene una condición casi contradictoria. A pesar de sabernos imperfectos, seguimos soñando con un ideal de perfección. No nos basta con ser lo que somos, queremos aprender a ser otra cosa. Ahora que la inteligencia artificial parece que es capaz de mejorarlo todo, que rozamos la perfección técnica, el error empieza a ser quizá la última marca de lo verdaderamente humano. 

Como la huella de un alfarero sobre el barro revela el tacto del hombre, allí donde vemos un fallo, un tropiezo o un fracaso, podremos reconocer la presencia de nuestra especie. Eso sí, nuestra condición falible no es una invitación al conformismo, sino un impulso para intentar ser un poco mejores. Aunque sepamos que siempre fracasaremos, me gusta recuperar aquella propuesta de Beckett. Fracasa, fracasa otra vez, pero fracasa mejor.

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