Nos encontramos ante un caso muy complejo, con muchas aristas. Partimos de una premisa principal, Noelia de Mingo padece una enfermedad mental, sufre esquizofrenia. Más de 21 millones de personas en todo el mundo padecen esquizofrenia, un trastorno mental crónico grave. Esta enfermedad se caracteriza por una distorsión del pensamiento, las percepciones, las emociones, el lenguaje, la conciencia de sí mismo y la conducta.

La esquizofrenia paranoide se caracteriza por ser una psicosis por la que se percibe la realidad de forma completamente diferente y aparecen los síntomas paranoicos. Es el tipo de esquizofrenia más conocido y el paciente suele experimentar alucinaciones de "carácter persecutorio", por las que siente que "algo o alguien pretende hacerle daño".

Eso le ocurre a Noelia de Mingo, sus brotes psicóticos le llevan a sentirse atacada y reacciona. Tras los hechos de 2003 fue condenada a 25 años de internamiento psiquiátrico. En nuestro país, 1.800 presos padecen trastornos mentales como esquizofrenia, trastorno bipolar, psicosis. De ellos el 15% pasan sus días en las enfermerías de los centros penitenciarios mientras que el 40% han sido destinados a módulos o unidades terapéuticas.

La pregunta que surge ahora cuando vemos casos como el de Noelia de Mingo es saber si se podría haber evitado. Hay que recordar que quien controlaba a esta mujer era su madre que tenía 81 años, ella era la que tenía la custodia de la hija. Surgen dos preguntas: ¿Qué ha fallado en el caso de Mingo? ¿Puede la ley controlar de una manera mucho más cercana a estas personas?