Poco a poco nos acercamos a la Semana Santa. En unos días termina la Cuaresma, y ese camino que venimos recorriendo, con más o menos acierto, se convierte en todo un desafío para los cristianos: creer realmente que la pasión de Cristo, la que le llevó a la Cruz, sirvió de algo. Y creer realmente que Él resucitó.

Si no somos consciente de esto, poco testimonio de vida y esperanza cristiana podemos ofrecer….

Hoy es viernes, Viernes de Dolores. Los 7 dolores de la Virgen nos llevan a esos momentos de la vida de Jesús. Es el dolor de una madre ante el sufrimiento de su Hijo. ¿Cómo entender ese dolor? ¿Qué sentido tiene el sufrimiento hoy en día? Muchos quizá se pregunten, si Dios existe ¿dónde está?

Ante las cosas que nos parecen tan injustas, quizá la pregunta la estemos formulando mal porque Dios es quien está a nuestro lado acompañándonos en ese camino que tanto cuesta entender. Él es la esperanza y la vida, la fuerza que nos empuja a no caer en el desánimo en el que muchas veces nos abandonamos. Ante esto, yo te hago otra pregunta: ¿cómo puedes vivir sin Dios?

La Semana Santa nos lleva a reflexionar sobre nuestra fe y nuestro compromiso de seguir a Jesús. Nos acerca a Dios a través de su Hijo. Y nos invita a dialogar con él.

Es tiempo de acompañarle, en cada una de las celebraciones o en las procesiones que estos días recorren nuestras calles. Y también es tiempo de dejarle entrar en nuestras casas, en nuestras vidas.

Porque nosotros ya sabemos lo que pasó, está escrito. Ahora solo queda comprender, confiar y creer. Y para ello, como dijo el Papa Francisco hace unos días a los cofrades de Mérida, hay que abrir y salir al encuentro de Jesús y de los demás con el amor y la ternura de Dios: “con respeto y paciencia, sabiendo que nosotros ponemos nuestras manos, nuestros pies, nuestro corazón, pero que es Dios el que nos guía y nos marca el camino”.