Esta es la historia de un hombre que le ha dado a otro la oportunidad de seguir viviendo.

Si quieren, es el último ejemplo de los problemas de salud mental que ha dejado la maldita pandemia y que reflejan las estadísticas de suicidio en nuestro país. El héroe se llama Carlos Ruiz, ferroviario de vocación y de oficio.

Hace unos días, Carlos al mando de un AVANT se disponía a entrar en la estación de Campo Grande de Valladolid y terminar su jornada.

El tren de alta velocidad había salido de la estación de Chamartín. Eran las 6 de la tarde. Ya en tramo urbano, Carlos había reducido considerablemente la velocidad del tren. De repente, a unos 300 metros, vio algo raro en la vía. Rápidamente, se dio cuenta de que había un hombre sentado sobre las vías y consultando, como si nada, su teléfono móvil. Un raro intento de suicidio. Carlos activó el freno de emergencia y logró detener el tren a pocos metros del hombre, que fue trasladado a un hospital de la ciudad.

No soy un héroe, dice Carlos, solo un veterano maquinista, aunque siempre es bonito salvar una vida. El hombre sentado en la vía encontró, quizás sin quererlo, a su Ángel de la guarda.