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Luis del Val: “Esto va de vivir y morir. Y necesitamos ser disciplinados”

Claro que para obedecer son necesarias reglas claras, concisas y fáciles de entender. 

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Luis del Val

Colaborador

Tiempo de lectura: 2'Actualizado 09:57

En mi infancia existía una sustancia horrible, que se llamaba agua de carabaña, y que se empleaba para aliviar los empachos de los niños. Su sabor era tan desagradable que convenía abreviar el trance y tomarse la cucharada de una vez. Por lo que he visto y he escuchado parece que, en lugar de aplicar medidas rotundas desde el principio, nos van a someter a la toma periódica de cucharaditas en incómodos plazos. Ese es el plan. Bien. Yo ya sabía que Churchill había muerto, y que han pasado ochenta años desde que pronunciara su famoso discurso y dijera no tengo nada que ofrecer, sino sangre, sudor y lágrimas, pero al menos me hubiera gustado menos envaramiento, menos papeles y más cercanía, y más emotividad, en mi presidente del Gobierno. Porque es mi presidente. Miren, esta es la hora de los expertos y de los ejecutivosLos expertos señalando los problemas que existen y los que puedan venir, y los ejecutivos, en cuya máxima jerarquía está el presidente del Gobierno, programando las acciones que han de llevarse a cabo y ejecutándolas. Los jueguecitos de cambiar el nombre de la calle, con arreglo a la desmemoria histórica; y los numeritos exhumando tumbas en el valle de los Caídos, casi producen una sonrisa de lástima, porque los que importan ahora son los caídos, pero los caídos por el virus. Esto no va de llevarse al bebé al Congreso de los Diputados, ni de ir en mangas de camisa a ver al Rey, y de smoking a la gala de los Goya. Esto va de vivir y morir. Y necesitamos ser disciplinados, aunque llevemos casi dos generaciones en las escuelas enseñando que obedecer no es progresista, como creo que ha recordado hace hora y media Herrera.  Claro que para obedecer son necesarias reglas claras, concisas y fáciles de entender. Esas vaguedades de procure no salir de casa, sería conveniente no apretujarse en los transportes públicos, mejor que no dé la mano a menudo, son como boleros cantados a un mejillón, porque resultan recomendaciones confusas y difusas, y las únicas recomendaciones que tenemos claras los españoles es que nos den una recomendación para conseguir un trabajo o una subvención.

Decía Weber que había tres clases de autoridad, pero las que nos importan son las dos más evidentes: la jerárquica y la moral o de liderazgo. Ayer, eché en falta al presidente hablar como se habla en las familias, y decirnos que, si es preciso -que posiblemente no lo sea- tenemos al Ejército y su potencial para establecer hospitales de campaña, no sé, comprendo que es difícil y que a nadie le gusta dar malas noticias, pero la autoridad moral, el liderazgo, se gana en estas ocasiones, en estos momentos. Por favor, señor presidente, estamos en otra película, y los asesores de imagen aquí no tienen nada que hacer. Confíe en los expertos, forme un cuadro de ejecutivos, tenga informada a la oposición, ya  que han cerrado al Parlamento y, si hay que tragarse el agua de carabaña, que sea de una vez. Y le deseo suerte, porque su suerte es la nuestra.

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