El Nuevo Testamento tiene la respuesta al alto valor de los perfumes que llega hasta hoy en día: "A los pies de Jesús"
Se trata de un episodio en el que una mujer se acerca a Jesús con un bote de perfume

Alberto Herrera conoce las curiosidades de la historia con la historiadora Ana Velasco sobre
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El perfume ha sido un símbolo de lujo, espiritualidad y poder desde tiempos antiguos. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué ciertos perfumes tenían un valor tan elevado que parecía casi desproporcionado? La respuesta, según revela un episodio del Nuevo Testamento, podría estar mucho más cerca de lo que pensamos. La historiadora Ana Velasco y el periodista Alberto Herrera, en la sección Curiosidades de la Historia de Herrera en COPE, nos ayudan a comprender la historia y el significado profundo que se esconde detrás de este aroma tan preciado.
Un perfume con historia y simbolismo
Desde el antiguo Egipto hasta la Europa medieval, el perfume no fue simplemente un aroma para embellecer el cuerpo. Ana Velasco explica que en Egipto ya hace más de 4.000 años se usaban conos de resinas, grasas animales y esencias como mirra, incienso o canela que se derretían lentamente sobre las cabezas, con fines rituales y simbólicos: “El perfume no era tanto para el adorno personal, sino que tenía un concepto ritual. Trataba la enfermedad, purificaba los espacios, o estaba relacionado directamente con la divinidad.”
Esta tradición mística continuó y se transformó a lo largo de los siglos. En Mesopotamia, una perfumista llamada Taputi Belatekallim —una de las primeras mujeres profesionales conocidas— preparaba esencias consideradas sagradas. En Roma, el perfume se convirtió en un símbolo de estatus social y lujo extremo, asociado incluso con la salud, pues se usaba para mejorar la circulación y purificar el cuerpo.

Callejón comercial con perfumes y alcohol en el aeropuerto de Glasgow
Pero uno de los momentos más emblemáticos que ilustran el valor del perfume lo encontramos en el Nuevo Testamento. Ana Velasco describe este episodio como “el más bonito”, en el que una mujer, identificada a veces como María Magdalena aunque probablemente no lo fuera, se acerca a Jesús con un frasco de perfume de nardo, una esencia importada de la India cuyo precio equivalía a un sueldo anual. Esta mujer, llamada pecadora en los Evangelios, derrama el perfume en los pies de Jesús y los limpia con sus lágrimas y su pelo. “Los evangelistas se preguntaban cómo Jesús podía aceptar un regalo tan caro de alguien que era pecadora. Jesús responde que cuanto mayor es la deuda perdonada, mayor es la gratitud.”
Este acto simboliza que el perfume no solo era un lujo, sino un gesto de arrepentimiento y adoración, con un significado espiritual profundo.
De ritual sagrado a símbolo de distinción
Con el paso del tiempo, el perfume evolucionó. La llegada del alcohol en el siglo XIV permitió la creación del perfume líquido y más duradero, como el famoso agua de colonia originaria de Colonia, Alemania, y la anterior “agua de Hungría”. Con la ciencia de la destilación, desarrollada en el mundo árabe, los perfumes empezaron a ser productos más variados y populares.
No obstante, la exclusividad seguía presente, y como recuerda Ana Velasco, personajes históricos como Napoleón usaban el perfume no solo para oler bien, sino por sus propiedades medicinales y terapéuticas.
Además, el perfume tuvo un papel social y cultural importante. En Roma, por ejemplo, era un distintivo de la élite y se usaba en ceremonias y teatros para crear ambientes y potenciar la presencia. En la Edad Media y Renacimiento, los guantes perfumados surgieron como un artículo de lujo que unía estética y exclusividad.

Primer plano de frascos de perfumes
Hoy, la industria del perfume mantiene esa tradición de exclusividad y simbolismo, aunque adaptada a los gustos y avances tecnológicos modernos. Sin embargo, la esencia de su valor sigue ligada a la historia, la espiritualidad y el lujo que desde la antigüedad ha fascinado a la humanidad.
Este relato, que mezcla historia, religión y cultura, nos recuerda que el aroma no es solo una cuestión de fragancia, sino un lenguaje cargado de simbolismos que atraviesan milenios. La mujer que derramó su perfume a los pies de Jesús no solo regaló una esencia valiosa, sino que dejó un mensaje de fe, arrepentimiento y valor que llega intacto hasta nuestros días.